La ley de la conservación de la violencia

Lo he estado evitando desde que llegué a Berlin pero al final ha ocurrido sin que me diera cuenta. Se juntaron dos factores: uno, que estoy buscando información sobre el programa T4 de eliminación de los “enfermos mentales” durante el gobierno de los nazis; dos, que un amigo cercano no paraba de hablarme de ese documental que tenía que ver sin falta. Y pasó: ví “Shoa”. Empecé con las primeras 2 horas que están colgadas en google video, me obsesioné y ya no pude dejarlo. Si no contara esto aquí, mi blog sería un poco menos mío, un poco más falso.

“Shoa” es un documental de 9 horas de duración sobre el holocausto, dirigido por Claude Lanzmann. Se rodó durante aproximadamente 11 años y vió la luz en 1985. No contiene ni material de archivo ni banda sonora. Las imagenes están compuestas exclusivamente de entrevistas a supervivientes, testigos y ex-funcionarios nazis así como filmaciones contemporáneas de lo que queda de los campos de exterminio de Treblinka, Chelmno y Auschwitz-Birkenau y del ghetto de Varsovia. No hay explicaciones históricas ni políticas, ni melodrama ni sentimentalismo, sólo descripciones secas y en detalle de cómo estaba organizada la muerte a escala industrial. Los trenes llegaban aquí, los poníamos en fila aquí, se devestían aquí, les cortabamos el pelo aquí, entraban en las cámaras de gas por aquí, sacábamos los cuerpos así, los metíamos en los hornos asá; y esto con varios miles de personas al día. Es tan lento como hace falta para que los datos dejen de ser datos y tomen la dimensión que les corresponde y para que la interpretación (y de algún modo el montaje final) se forme poco a poco dentro de tu cabeza.

Lanzmann insiste en que “Shoa” trata sobre la especificidad de “la cuestión judía”, no comparable a ninguna otra. Sin embargo es casi imposible verla sin que se te vaya la mente en otras direcciones y no ponerte a pensar, por ejemplo, en cómo funciona la indiferencia, un sentimiento muy común y muy traidor, que se desarrolla con una facilidad que espanta. O la desmemoria, esa que nos hace olvidar que, aunque el holocausto se lo inventaron los nazis, el antisemitismo no (y me paso los ejemplos que recorren siglos de historia europea) o que, como decían en el twitter, al condenar a Israel no nos acordamos de que las armas con las que atacan Palestina se las vendemos también nosotros. O al hilo de esto, acordarte de que dentro de poco llega el verano y otra vez habrá cientos de muertos en las costas del sur de Europa y que otros tantos, los más afortunados, acabarán en un centro de internamiento para inmigrantes en condiciones de vida penosas, humillados, hacinados e invisibles. La indiferencia, de nuevo, y la desmemoria.

Mientras veía “Shoa” me atravesaron por casualidad dos lecturas: “Todo fluye” de Vasili Grossman, sobre los crimenes del estalinismo; y “Notas al pie de Gaza”, un comic-documental de Joe Sacco sobre dos brutales masacres de refugiados palestinos perpetradas por el ejército israelí en 1956. A veces, las tres obras se me aparecen como un triangulo fatal, se preguntan, se contestan, se comprenden, se malinterpretan entre ellas. Pero la mayoría de las veces son como un bloque compacto en el que ya no soy capaz de distinguir las escenas y los testimonios: la crueldad inconcebible, la gente que se mea encima, que se agacha a recoger a un familiar herido y le pegan un tiro en la nuca; el olor de los cadáveres cuando hace calor y lo bien que se conservan cuando hace frío; el instinto de supervivencia que roza el delirio y el sentimiento de culpa de los que no murieron; la incapacidad de contarlo, la necesidad de olvidar y de nuevo la desmemoria y la indiferencia que hacen su camino. Los dibujos de Sacco podrían ilustrar las entrevistas de Lanzmann y estas confundirse con las experiencias de los deportados a Siberia y estas a su vez con las de los palestinos asesinados en la puerta de su casa. Las narraciones de sufrimiento son intercambiables y se repiten en una espiral demoniaca. Y dice Vasili Grossman, en voz de un preso político liberado tras la muerte de Stalin:

“Existe una ley sencilla: la ley de la conservación de la violencia. Sencilla como la ley de la conservación de la energía. La violencia es eterna; por mucho que se haga para destruirla no desaparece, no disminuye, sólo se transforma. Ahora toma la forma de esclavitud, ahora de invasión mongola. Salta de un continente a otro, se transforma en lucha de clases y de lucha de clases en lucha de razas, ahora de la esfera material se traslada a la religiosidad medieval, ahora la emprende contra la gente de color, ahora con los escritores y los artistas; pero en general sobre la tierra siempre hay la misma cantidad de violencia”.

En la imágen superior: “Topography of Terror. Gestapo, SS and Reich Security Main Office”, catálogo de la exposición permanente sobre el holocausto en Berlin; “Notas al pie de Gaza” de Joe Sacco (Reservoir Books, Mondadori); “Todo fluye” de Vasili Grossman (Random House Mondadori); “Fuck America” de Edgar Hilsenrath (la de la foto es la edición francesa de Attila, la edición en español es de Errata Naturae).

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En el principio fue Norbert Wiener

Hace exactamente 4 años, uno de los textos que escribí para uno de los doctorados que no he acabado nunca empezaba con una cita de Norbert Wiener, el papá de un concepto fundacional de toda una forma de entender nuestra relación con la tecnología. Un concepto que hoy suena a pantallas negras, MS-DOS y web sin metalinks, pero que nos hizo soñar tanto y tan bonito. Me refiero a la cibernética. Ya sé, soy una romántica, venir con esto ahora que lo que mola son los fenómenos emergentes es un anacronismo. Me da igual (y además, lenguajes aparte, ambas cosas están muy relacionadas).

La referencia a Wiener la saqué de un texto de Xabier Barandiarán, que era uno de los miembros del difunto e irrepetible Metabolik, el laboratorio hacker de Leioa. Xabier hablaba también de Donna Haraway, su teoría del cyborg, la arquitectura de los protocolos de información y la textura inevitablemente política del código informático como una gramática, como un sistema de signos. El texto se titulaba “Activismo digital y telemático. Poder y contrapoder en el ciberespacio. v.1.1” y todavía es una lectura 100% recomendable (y no sólo con interés arqueológico). Digo esto porque el mundo del que hablo ya no existe, se lo han tragado la dos-punto-cero, las redes sociales y la democratización (sic) del acceso a la tecnología, pero lo que se decía y escribía en aquellos canales IRC y aquellas listas de correo, sigue siendo imprescindible para comprender con cierta profundidad eso que llamamos sociedad del conocimiento (ya he avisado que me iba a poner vieja rockera).

Era de esperar pero me ha emocionado igual: el capítulo 6º de “El Siglo de la Biotecnología” de Jeremy Rifkin está dedicado a la cibernética y en concreto al proceso de mimetización entre el lenguaje de los ordenadores y el de la biología. Ambos se crearon aproximadamente en la misma época y se inspiraban mutuamente. Si Internet, con sus ramificaciones mutantes e inteligencias conectadas, se parece tanto a un sistema vivo, es porque la cibernética como lenguaje surgió a la vez que las modernas teorías sobre el funcionamiento de los organismos. Las metáforas y las palabras utilizadas para explicar ambos fenómenos son contemporáneas.

En 1953, siete años después de que unos ingenieros pusieran en marcha el primer ordenador que funcionó en la Universidad de Pennsylvania -el ENIAC- James Watson y Francios Crick anunciaron que habían descubierto la doble hélice del ADN, abriendo así la puerta a los secretos del mundo interno de la biología. Con metáforas y expresiones tomadas del nuevo campo de la cibernética y de las ciencias de la información, aún en ciernes, hablaron de la naturaleza helicoidal de los genes como de un código, programado con una información química que había que descifrar.

Rifkin parece sugerir que la influencia fue unilateral, del lenguaje cibernético hacia el biológico. Personalmente lo dudo porque es imposible saber en qué momento histórico exacto se genera una idea y la forma de expresarla. Me parece más prudente pensar que simplemente ambos grupos de conceptos surgieron a la vez, influyéndose el uno al otro. En cualquier caso, es a partir de ese momento cuando empieza a arraigar la idea de que la realidad no es una concatenación lineal de sucesos causales (a provoca b) como se pensaba desde la Ilustración sino una interacción dinámica entre elementos cambiantes. Por primera vez se empieza a pensar el mundo como un conjunto de sistemas de flujos integrados, que es precisamente como funcionan los organismos vivos y los ordenadores.

En el caso de la biología, este nuevo universo semántico tuvo una consecuencia concreta, también de orden semántico, pero no sólo. Hasta entonces para describir la actividad de los organismos los biólogos hablaban de “comportamiento” pero a partir de la emergencia de la cibernética empezaron a hablar de “rendimiento”. La diferencia es notable: no es lo mismo decir que algo “se comporta de manera x” que decir que “tiene un rendimiento x”. Mientras que comportamiento es una palabra descriptiva, rendimiento (que viene de la ingeniería) es un término valorativo, que introduce un juicio en términos de eficacia.

¿A dónde voy? A raiz de Soft Power estoy leyendo muchos textos científicos. Y claro, lo hago desde una perspectiva que no es la del hombre de ciencias ortodoxo sino la de la crítica cultural. La ciencia está convencida de que su manera de contar el mundo es absolutamente objetiva. Ya sabemos que no, que los proyectos de investigación cuestan mucho dinero y que sólo por eso, la decisión de qué se investiga y qué no, y en qué dirección (para probar qué cosas) está muy condicionada por las fuentes de financiación. Si te paga Bayer, más te vale encontrar algo que pueda comercializar, por poner un ejemplo idiota. Sabemos que la ciencia tiene, como todos los campos de saber, su contexto histórico, social, ideológico.

Pero es que además está el problema del lenguaje. Sólo podemos pensar lo que podemos imaginar y sólo podemos imaginar a partir del sistema de representación que ya tenemos. Cuando leo textos científicos me sorprende la fé casi religiosa con la que usan las palabras, como si un término pudiera contener completamente la realidad a la que se refiere. Es un debate filosófico (y poético) antiguo, pero al parecer la mayoría de los científicos que van por ahí describiendo el mundo lo desconocen. El problema es que los hombres de ciencia tienen mucho más poder que los filósofos que, a lo sumo, acaban dando clases de metafísica o si tienen suerte y mucho empeño, escribiendo algún libro que sólo leerán sus compañeros.

El libro de Rifkin está muy bien como introducción al biotech. Contiene muchísima información útil sobre lo que se está haciendo ahora en los laboratorios y sobre la génesis de la mentalidad biotecno-determinista. Sólo le falla que el hombre es un conservador que tiene la desvergüenza de no citar ni una sola vez a Donna Haraway que, junto con Wiener, es la otra referencia de cabecera para pensar el nuevo cyborg. Es una pena. Y ahora sí, me voy a tomar una cerveza.

El dibujo es de Jon Mikel, el participante más joven del taller de ingeniería celular do it yourself que hicieron las subRosa en Soft Power.

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El Nuevo Tempelhof

Ya he blogeado antes sobre el aeropuerto de Tempelhof, su historia, su cierre en octubre de 2008 y las acciones de protesta que reivindican el uso público de sus aproximadamente 300 hectáreas, un gigantesco espacio vacío al sur de Berlin. El pasado fin de semana, el folletín tuvo un nuevo capítulo, un capítulo histórico, anunciado, pero no por ello menos intrigante. Tempelhof, que desde el cese de sus actividades había permanecido cerrado excepto para algunos eventos puntuales, abría por fin la verja, transformado en un parque, según dicen, más grande que el mismísimo Central Park.

El asunto me interesa especialmente porque -los asiduos del blog igual lo recuerdan- mi casa se encuentra a pocos metros del antiguo aeropuerto, en el barrio de Neukölln, una de las areas directamente afectadas por el cambio. Cuando llegué aquí en diciembre de 2008, corrían rumores de que el metro cuadrado en Neukölln era el más barato de todas las capitales europeas. Igual lo sigue siendo, no lo sé, pero sin duda no por mucho tiempo. Para los que conocen Berlin, aclaro que no me refiero a la zona conocida como Kreuz-Kölln (un poco más al norte, junto al canal), que ya inició su proceso de gentrificación hace años, como extensión natural del bohemio Kreuzberg. El Neukölln del que hablo es el Neukölln-Neukölln y concretamente la zona situada en lo alto de la colina, junto a Hermannstrasse. Por citar algunos indicadores: aquí todavía no existen ni peluquerías modernas, ni tiendas de ropa bonita, ni cafés con wifi. Para tomar una cerveza marchosa casi la única opción es el Syndicat, un bareto de anarquistas anti-fascistas, de madera vieja, con billar, lleno de gente y de humo, abierto hasta tarde. Salvo en la arteria principal la mayoría de las lonjas están desocupadas y muchos pisos también. La población es mitad familias turcas, mitad familias alemanas con sus perros. Hay algunos locales de tufillo neonazi, es cierto, pero el día a día es de lo más apacible, como mucho algunos borrachos que regresan a casa hablando solos. Se sabía que los cambios eran inminentes (ya en diciembre una inmobiliaria compró toda mi calle y otras dos más) pero por lo demás la vida seguía como siempre, subiendo la cuesta en bici para tomar la última en el Syndicat.

Pues bien, he aquí que a esta entrañable aldea gala ha llegado un plan urbanístico. Como corresponde a todo proceso de gentrificación, hay que crear nuevos imaginarios. Por un lado, Neukölln ha empezado a salir en las revistas de ocio como el nuevo foco de la vida nocturna y artística de Berlin (cosa que por supuesto es falsa pero que puede acabar haciéndose realidad a fuerza de repetirla). Por otro, se ha recuperado un viejo nombre para distinguir esta zona del resto de Neukölln aún sin regenerar: Schiller Kiez, que define lo que hasta ahora no es más que un paquete de calles sombrías con un parquecito putrefacto y una iglesa a la que no va nadie. En los últimos meses ya han abierto algunas galerías y estudios de artistas muy low-key, al estilo downtown Manhattan de los primeros ochenta: iniciativas independientes, minoritarias, de perfil económicamente bajo pero culturalmente avanzado. Además, el parquecito putrefacto está en obras, las calles sombrías adornadas de flamantes carteles que dicen Se Alquila.

Aquí también, el papel de la inversión privada es imprescindible (más si cabe que en otras ciudades porque, debido a la peculiar historia de Berlin y los 20 costosos años de reunificación, las arcas municipales están al borde de la quiebra). Sin embargo, a diferencia de otros casos de regeneración urbana, la llamada al capital privado se disimula: el caso de Tempelhof no deja de dividir a la opinión pública y existen otros precedentes (como Media Spree y las aciones de protesta Spree für alle) en los que, debido a la movilización ciudadana, la adminstración ha tenido que dar marcha atrás y devolver el dinero a los inversores. Ahora vuelven con pies de plomo y un lenguaje renovado.

El parque. El grueso de la superficie, toda la parte central, está efectivamente destinada a ser un gran espacio verde que será financiado con un evento megalomaniaco tipo exposición universal pero en este caso, de parques y jardines: el GIA 2017. Hasta entonces no habrá árboles y el uso de las zonas verdes está escrupulosamente clasificado: aquí los perros, aquí las barbacoas, aquí los juegos de balón. Tenemos un parque, ciertamente, pero comparado con los otros parques de Berlin, este es un poco carcelario.

Las zonas residenciales. Los planos publicados por el ayuntamiento de Berlin (como el de arriba) se han diseñado de tal forma que parece que esas zonas de color marrón, que llaman “local neighborhoods” (barrios locales), son las casas de los alrededores, las que ya existen. Pero no. Estos “barrios locales” están fuera del perímetro del parque futuro pero dentro del actual, justo delante de las viviendas que hasta ahora tenían vistas al parque, que dejarán de tenerlas y pasarán a ser el patio trasero de las nuevas residencias, una especie de Park Avenue berlinés.

Los proyectos pioneros. Así se llama a las iniciativas de explotación del espacio de Tempelhof. En los paneles del ayuntamiento se explica la importancia del espíritu pionero en todos las transformaciones históricas que ha vivido la urbe y se anima a las personas con ideas emprendedoras a presentarlas para dar forma al Berlin del siglo XXI. En ningún momento se habla de inversión ni de capital privado. Es lo mismo, pero pioneros, desde luego, suena mucho mejor. La zona norte será para usos deportivos y culturales; la zona este para viviendas; la zona oeste para un proyecto que ya tiene nombre y mala pinta: “Science Creates Culture” (file under: 22@ barcelonés, zorrozaurre bilbaíno, etc.).

La terminal. Aquí el ayuntamiento y los inversores se enfrentan a otro escollo: la memoria del nacional-socialismo. De todos los edificios de arquitectura nazi que quedan en Berlin, Tempelhof es el más notorio, por su ubicación despejada y su tamaño monumental. Con la experiencia del puente aéreo en 1948-49, se desnazificó pero pasó a representar la división de Berlin en dos mitades y dos historias. De cualquier ángulo que se mire, Tempelhof es el símbolo de muchos malos recuerdos que la sociedad alemana no ha acabado de digerir. La estrategia pues, consiste en re-escribir su historia como una sucesión de momentos continuados, desde los primeros vuelos a campo abierto a principios del siglo XX hasta los nuevos usos programados en la actualidad. El Tercer Reich y la división son unos momentos más de la historia de Templehof, pero no los más relevantes.

Continuará (sin duda).

Mis fotos de Tempelhof.

Otros posts sobre Tempelhof:
Tempelhof auf vidersehen
Do you remember West Germany?

Otros posts sobre Berlin, su historia y arquitectura:
Fantasmas de Berlin I. La arquitectura posnacional
Fantasmas de Berlin II. ¿Qué estás mirando? ¿Nunca has visto un muro? (graffiti en el Muro de Berlin)

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Blog Motel #2 Los pelirrojos y los demás

Como aún no se ha inventado el retwitt para los textos de más de 140 caracteres, copio y pego a la antigua usanza el artículo que firman Felipe G. Gil y Joan Carles Martorell en EMBED a propósito del famoso vídeo de M.I.A.

Las trincheras dialécticas
Felipe G. Gil, Joan Carles Martorell

Sobre el videoclip “Born Free” de M.I.A. realizado por Romain Gavras, que ha provocado una interesante conversación en redes sociales y cafeterías.

Son las 14:50h. Estás a punto de terminar tu jornada laboral. Alguien cuelga en tu muro de Facebook el último vídeo de M.I.A. “Born Free”, dirigido por Romain Gavras. Durante la mañana has escuchado algo de que lo han retirado de Youtube. «¿Te gusta?» Es una pregunta aparentemente simple, pero se repite con mucha frecuencia. Sales de una obra de teatro y te preguntan: «¿Te ha gustado?» Sales de una película y dices: «No sé si me ha gustado». Escuchas una canción y piensas: «¿Me gusta?».

El caso es que hoy te proponemos un juego. Olvídate de esa pregunta. Busca un momento tranquilo del día, que al menos puedas dedicarle tiempo en exclusiva. Examina el videoclip como si fueras un científico buscando patrones de comportamiento en un experimento. Y a continuación trata de leer de forma desprejuiciada.

Ver en Vimeo

¿Qué nos cuenta “Born Free”? ¿Qué connotaciones filosóficas tiene el título de la canción? ¿Por qué la policía, que luce claramente la bandera americana, es multirracial? ¿Por qué la policía aporrea despiadadamente solo a los gordos cuando entra en el edificio y sin embargo no los detiene? ¿Quiénes son los pelirrojos? ¿Es el pelirrojo cualquier mexicano que vive en Estados Unidos? ¿Es el pelirrojo un iraquí, un afgano o un cubano cualquiera? ¿Son judíos disfrazados de palestinos? ¿Por qué ningún pelirrojo está gordo? Es más, ¿por qué todos los pelirrojos en el vídeo son tan estilizados y tienen cara de no haber roto un plato? ¿Resulta cómica la imagen de los pelirrojos con palestinas cubriendo su cara? ¿Hay algún pelirrojo entre los policías? ¿A qué se refieren las pintadas en la paredes que rezan “Nuestro día llegará”? ¿Es en relación al alzamiento de los pelirrojos? ¿Quiere decir que “el día hoy” es de los americanos y los pelirrojos se lo pretenden arrebatar? ¿Te recuerda en algo este “Born Free” a “Avatar”?

¿Por qué la realización es cámara al hombro? ¿Qué connontación aporta la estética de “reportero de guerra” o reality-show? ¿Por qué el final del vídeo se recrea explícitamente, a cámara lenta, con un cuerpo explotando? ¿Hemos visto estas mismas imágenes en otro lugar o momento? ¿Ha perdido Romain Gavras la sutileza de su padre? ¿O simplemente es un realizador de su tiempo? ¿Estaba previsto que Youtube iba a censurar el vídeo? ¿Por qué es noticia que Youtube censure un vídeo? ¿Es importante que no pueda verse en Youtube si de todas formas va a poder verse en otras plataformas? ¿Forma parte de las reglas del juego que Youtube tenga potestad en decidir qué vídeos alberga y cuáles no, en función de sus “condiciones de uso”? ¿Leemos los contratos cuando aceptamos usar una red social? ¿Google es el gran hermano? ¿Qué marcas están dispuestas hoy a involucrarse en contenidos políticamente incorrectos? ¿Y con contenidos ambiguos? ¿Este vídeo es apto para todos los públicos? ¿Qué le diríamos a un niño si lo viera?

¿Es M.I.A. una activista musical? ¿Una artista muy bien asesorada? ¿El hecho de haber participado en la banda sonora del film “Slumdog Millionaire” le da o le quita credibilidad? ¿Es “Born Free” una proclama antisegregacionista? ¿Es un canto al «ojo por ojo»? ¿Está M.I.A. politizada o aparentemente politizada? ¿Es M.I.A. una artista multidisciplinar que bebe influencias de sus orígenes multiculturales? ¿Lo que hace es merecedor de haberle negado en alguna ocasión su entrada en los Estados Unidos? ¿Puede la música ser comercializada y seguir siendo coherente políticamente? ¿Es M.I.A. un ejemplo de un tipo de éxito que podríamos llamar «anti-american way of life»?

¿Está la ultraviolencia sobrevalorada como recurso estético? ¿Es ético o cínico vender a través de la violencia? ¿Es la estética ultraviolenta y antibelicista un camino fácil? ¿O difícil? ¿Es inteligente seguir ahondando en el estereotipo de buenos y malos, oprimidos y opresores? ¿Qué se supone que tenemos que sentir cuando la policía le pega un tiro en la cabeza al niño angelical e inocente? ¿Es la violencia el único camino que queda para ciertos conflictos? ¿Es ingenuo y utópico pensar en una sociedad sin guerras? ¿Son los conflictos un reflejo de lo que somos? ¿Es el antibelecisimo un camino mesiánico? ¿O es una postura irrenunciable? ¿Cuál es la peor de las violencias? ¿Quién y por qué es un terrorista? ¿Está justificado matar a otra persona en algún caso?

¿Se pueden enunciar preguntas sin que parezca que estás en un bando u otro? ¿Podemos construir una idea del vídeo sin basarnos en el “Me gusta” de Facebook? ¿Se puede vivir en el pensamiento complejo? ¿Podemos salir de nuestras trincheras dialécticas?

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Los American Psycho de la economía global

Dirigida por el fundador de Wallpaper*, el snob y muy bien informado Tyler Brûlé, la revista Monocle encabeza mi lista de lecturas viciosas. En la portada se define como “a briefing on global affairs, business, culture & design” pero secretamente Monocle va de inversiones. No de las de comprar pisos para reformar en barrios gentrificables de ciudades de moda, ni franquicias de telefonía móvil, ni parques temáticos en reservas naturales o rollos así de nuevos ricos a lo Gil y Gil. No. Inversiones de qualité. Por ejemplo: una clínica de trasplantes en Abu Dabi, un periódico financiero en Singapur, un estudio de arquitectura sostenible en Noruega, una empresa familiar de alpargatas hechas a mano en Menorca, una galería anticuaria en Johanesburgo, un restaurante de comida macrobiótica en Rio de Janeiro.

En Monocle son tan elegantes que nunca utilizan las palabras comprar o vender, jamás hablan de dinero, los términos crisis, recesión o decrecimiento sencillamente no forman parte de su vocabulario. Son auténticos ganadores que conversan entre ellos sobre los buenos pequeños negocios que hay por hacer en el mundo, despiadados e impecables, con estilo y naturalidad. De todo lo demás no se dan por enterados.

La compro de vez en cuando en los aeropuertos muy internacionales y la leo siempre dos veces, en el sentido inverso en el que se hacen las lecturas en profundidad. Primero la leo entre lineas, la meta-leo. Por ejemplo, un artículo sobre Kaliningrado empieza así: “Es un enclave aislado del viejo bloque soviético rodeado de países europeos más solventes. Su futuro es incierto, ¿instalación militar o centro de vacaciones? Pero con un liderazgo dinámico y amplias inversiones, Kaliningrado puede sacar partido de su alejamiento”. Traducido: Kaliningrado ofrece una buena situación geográfica para el import-export, poca atención mediática, salarios de mierda, una democracia floja y corrompible y un status-quo asegurado por las bases de la OTAN; es decir, un caramelo. Y así todo el rato, peinando cada rincón del planeta. Luego la leo de nuevo en sentido literal, que viene a ser como la edición extra-lujo del Vogue Italia con mejor gusto, porque el Señor Brûlé detesta las cosas hechas en China y le chifla la artesanía chic: muebles ergonómicos de madera de un árbol fabuloso que sólo crece en las alturas andinas, americanas a medida de lana de ovejas irlandesas de crianza tradicional, cuberterías japonesas de serie limitada. Para colmo, la maquetación, la fotografía, el diseño de impresión, todo es casualmente cool, una mezcla entre la pionera Colours y los anuncios de American Apparel.

La portada de Fortune del ránking de las 500 empresas más poderosas del mundo en 2010, dibujada por Chris Ware y censurada. Para verla en detalle aquí.

Porque no tiene escrúpulos ni ideología, Monocle da un panorama del mundo -de lo que está pasando aquí y ahora- bastante más actual que cualquier fuente de la vieja izquierda al estilo por ejemplo de Le Monde Diplomatique, y lo digo sin ninguna ironía. Una visión del mundo sesgada, incompleta, pero que señala con mucho tino los puntos bisagra del mapa geopolítico (no dónde hay barullo sino precisamente dónde no lo hay), los flujos de capitales (en qué dirección se está moviendo el dinero) y los estilos de vida y consumo (que primero circulan a pequeña escala antes de saltar al ikea, al zara, a la guía turística o al estante del supermercado). Es un ejercicio de perversidad tan bien hecho, tan fino, que me da miedo. Porque sé que esta es la forma en la que se expresa algo que, en defecto de un significante mejor, podemos llamar la nueva derecha. Que no son pro-vida, ni falangistas, ni de la asociación del rifle. La nueva derecha son estos mercenarios con zapatos italianos y en el bolsillo la tarjeta Dinners Club. No parecen conservadores porque no lo son. No tienen opiniones, no tienen vergüenza, no tienen complejos y no tienen dudas. (Y parece mentira pero a estas alturas aún es necesario recordar que el liberalismo no es estar a favor del sexo en grupo sino de la desregulación de los mercados, la vieja ley de la selva en la que los fuertes siempre ganan y si no lo eres ya te puedes dar por jodido, aplicada a escala planetaria).

El cerebro detrás de Monocle es Tyler Brûlé (aquí entrevista), mucho más que un cool hunter: un todoterreno de “el negocio de hacer negocio” que como buen personaje tiene detrás su pequeña historia de supervivencia. Nacido en Canadá, crecido en Reino Unido, empezó de periodista y perdió la movilidad de una mano cubriendo la guerra de Afganistán. Además de fundar Wallpaper* -emblemática publicación de tendencias de los noventa que hoy pertenece a la Warner- ha sido columnista de The Herald Tribune y The Finantial Times, ha dirigido agencias de diseño y consulting, ha hecho televisión, es miembro de consejos de dirección de empresas influyentes y en 2006 ocupó el puesto nº37 en la lista de los gays y lesbianas más influyentes del mundo. Un mundo que, efectivamente, está cambiando a una velocidad vertiginosa. Y sí, lo escuché en una charla hace poco, no recuerdo a quién: hay que inventar palabras, revisar referentes y ponerse a estudiar economía.

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Welcome to 21st Century Cartoon: "Please Say Something"

“A tale of love and domestic abuse involving a digital cat and mouse, set in the near future” (Xeni Jardin).

En su web David O´Reilly dice que las biografías son para los muertos. Bueno. Pues es joven, varón, irónico y con flequillo. Aquí entrevista en Boing Boing; aquí otra en Motiongrapher. Dale 10 minutos.

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I am not very good with the women. And my sexual performance is average (en cristiano: que soy un manta)

Le conocí hace dos semanas. Se llama Jon Lajoie y es más listo que la media porque viene del otro lado de la frontera. Sigue actuando de guiri en una serie francófona canadiense pero como se ha hecho famoso es colgando sus videos caseros en el youtube. Le gusta contar que ha mandado a la mierda a varias compañías grandes que vinieron a lamerle el culo después de su primer hit, que lo suyo es grabarse en el garaje y que sus compañeros de la tele, que no se enteran de nada, todavía piensan que es un pringao.

Me dan unas ganas tremendas de mandar sus vídeos a la Despentes. En Teoría King Kong, además de pasar por la licuadora a medio feminismo bien-pensante y convocar a la lucha armada a la otra mitad, también hace preguntas constructivas. Por ejemplo: con toda la producción feminista que hay por ahí poniendo patas arriba la idea de feminidad ¿cómo es que aún no ha visto la luz un sólo ensayo serio que haga lo mismo con la masculinidad? Haberlos, los hay pero, o bien provienen del universo queer (cosas de bolleras y mariquitas que por supuesto sólo les interesan a ellos) o del feminismo ministerial de raiz setentera (en plan guerra de sexos). Lo que echa en falta Virginie – y muchas- es una buena crítica cultural del macho heteronormal escrita por uno de ellos. Una crónica audaz y arriesgada que desvele sin pelos en la lengua las miserias del patrón dominante, el backstage de lo que supone meterse cada día en el papel de un hombre como es debido. O sea, lo de los chicos también lloran pero con un par de huevos. Iba a escribir una lista de temas a tratar pero con los lyrics de “Everyday Normal Guy” ya tenemos el índice para esa gran obra de la ensayística utópica.

No es casualidad que Lajoie aborde estos temas precisamente desde la parodia. Ya lo decía Freud, que no destacaba precisamente por su conciencia de género pero algunas buenas intuiciones sí tenía: el humor es el mecanismo de defensa de los inteligentes. Por eso las mejores piezas de Lajoie son las que le muestran más enternecedoramente garrulo, como “Show me your genitals” (su canción para las ladies en la que caricaturiza con precisión de connaisseur al baboso de madrugada, esa criatura patética y testosteronada tan convencida de su encanto que si no te andas con ojo puedes acabar riéndole las gracias) o como “The Fellatio Truth Movement” (que retrata al garrulo anterior tras obtener un business diploma en una escuela privada al borde de la legalidad, lo que aumenta su nivel de auto-complacencia hasta cotas que lo sitúan en el limbo moral de lo grotesco, donde la crítica se autodestruye al contacto con el absurdo). El garrulo en cuestión es como un caleidoscopio de todos esos tópicos identitarios que aprenden los chicos cuando son pequeños y que luego les cuesta tanto desaprender porque como no tienen algo parecido al feminismo para des y reconstruirse, se pasan el resto de su existencia cargando con un montón de ideas equivocadas sobre sí mismos.

Pensándolo bien, en lugar de mandar sus videos a la Despentes, igual le envío este post a Lajoie. Igual se anima a transformar sus canciones en un objeto con papel y tapa. O escribo el libro yo con un pseudónimo y me forro porque, de todas formas, no paran de repetirlo en las encuestas: los lectores no son lectores, sino lectoras.

Actualización vía comentarios: por sugerencia de Daniel Lobo y porque encaja tan bien en el tema, añadimos este otro video: “Stay at home dad!”

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Querida Ministra…

Si crees que lo más estimulante que ha parido la red en lo que va de año es Chatroulette, te equivocas. Los pasados 30 y 31 de marzo, aprovechando que media España se retuerce de ansiedad pre-vacacional, la ministra Sinde se reúne con sus secuaces de las industrias culturales europeas y los ministros de cultura de los otros 26 países miembros de la UE en una reunión a puerta cerrada en Barcelona. Mientras, a poca distancia de allí, la Red SOStenible organiza D´Evolution Summit, una contra-cumbre paralela para pelear por los derechos fundamentales en internet, meter las narices en la reunión de nuestros ministros y contarlo todo en tiempo real.

En D´Evolution Summit ha habido conferencias sobre economía, cultura y nuevos modelos de negocio, acciones impertinentes como la entrega de un gran pato de goma de Leo Bassi a los ministros de cultura, conciertos de música copyleft como el de la Máquina de Turing, vídeos smart&sexy como El Cobrador del track, Nosotros Creamos. Nosotros Decidimos o Yo soy coproductor(a) de Vicky Cristina Barcelona y, sobre todo, miles de personas viendo, escuchando, twiteando y colaborando a través de las redes sociales.

De regalo para la comunidad, Miguel Brieva ha dibujado un bonito poster titulado “Internet no será otra TV”, descargargable online para imprimir, enlazar, pegar, fotocopiar, distribuir y demás actividades ilegales. En la web de D´Evolution Summit encontrarás las conclusiones del encuentro y toda la información necesaria para seguir apoyando la internet que nos merecemos: pública, libre y creativa, que no pertenezca a nadie y nos pertenezca a todos.

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Blog Motel #1 Frente a la generalización de la producción acrítica y espectacularizada. Un ecosistema en el que reproducirnos

Un artículo de Ricardo_AMASTÉ (buen amigo y bloguero sin blog) publicado originalmente el 2 de abril 2010 en el suplemento Mugalari del diario GARA.

Ante la situación de cambio y proliferación de centros de producción artística en Euskadi, cabe preguntarse si alguien ha consultado en algún momento a l*s artist*s y a otros agentes del medio, qué es lo que necesitan y para qué. Esta sólo es una de las posibles respuestas.


Estudiantes de Bellas Artes encerrad*s contra Bolonia (foto: Alejandra Bueno)

Desde el arte como estado de excepción, a su disolución en el sistema cultural y/o en la vida cotidiana. Abrir interrogantes, producir interferencias, forzar los lenguajes, buscar nuevas subjetividades, imaginar respuestas diferentes, ilusoriamente útiles-inútiles. Desde la estética de lo político, a la ética del deseo. De la bohemia al estrés, poniendo en juego todas las contradicciones como ¿nuevo? juguete del capitalismo. Desde el individuo, el grupo, la banda, la asociación, el lobby, el ismo, desde la red difusa, desde la multitud. Desde el estudio, el taller, el laboratorio, la oficina, la factoría, la asociación de barrio, el aula, la barricada. sin salir del cubo blanco, entrando y saliendo, desde casa. Desde lo privado, desde lo público…

Una enumeración incompleta de posibilidades sobre desde dónde y cómo ejercer la práctica artística y/o generar arte hoy. Todo ello, sólo para servir como marco a la pregunta ¿cómo podrían-deberían ser las infraestructuras desde las que se proyecte-produzca-proyecte el arte contemporáneo? Y ¿Cuánto deberían tener de hardware y de software? ¿Cuánto dedicarse a experimentación básica y a experimentación aplicada? ¿Necesitamos espacio, dinero, tiempo, recursos, complicidad, herramientas, red?

Para no dar vueltas al asunto desde la generalidad global relativista, podemos tratar de analizar todo esto desde una perspectiva local, fijándonos en lo que está pasando a nuestro alrededor.

En pocos años hemos pasado, de cuando poco era mucho, a la sobreabundancia que probablemente, paraliza, genera desinterés y/o no sirve para aquello que primeramente debería de servir. Porque esas grandes y sobrediseñadas infraestructuras que están proliferando, en gran medida se hacen en nombre del arte y/o de la cultura, pero con otros fines instrumentales: estrategias de marca, de territorio, económicas… Sea como sea, casi siempre de espaldas a quienes supuestamente se dirigen: artistas y otros agentes, que son l*s principales dinamizador*s, productor*s de conocimiento, de sentido; y a un público al que en vez de apelar como receptor y posible emisor, se trata como masa.

Así, aparecen nuevas entidades, se multiplican los contenedores, se diversifican las actividades, se solapan las programaciones, un remix de logos, donde prima lo cuantitativo frente a lo cualitativo. Todas surgen en un momento de crisis o indefinición donde lo expositivo ya no es la piedra angular, sino parecen serlo la producción y la post-producción. Todo pretende ir hacia delante, pero sin abandonar la inercia. Y sin pensar realmente hacia donde quiere ir cada cual. Todas surgen para apoyar a las artistas, para que puedan crear en mejores condiciones (“mejor” no significa que no siga siendo desde la precariedad), pero para que lo hagan productiva y eficientemente. Incluso la universidad, con el Plan de Bolonia, se orienta principalmente, no ya a la experiencia y al conocimiento, sino a la generación de buen*s profesionales para la producción. Porque la maquinaria no puede parar. ¡Más madera!

En poco tiempo hemos pasado de que Arteleku fuese un catalizador generador de contexto a que sea un centro ciertamente descontextualizado. Mientras, en el horizonte aparecen Tabakalera, Krea, Alhóndiga. O el delirio de un nuevo Guggenheim, también pensado, cómo no, como un espacio no sólo expositivo, sino de producción, mejor aun, de producción exhibida en tiempo real. ¡Qué no son gigantes, qué son molinos!… ¡Pobre Sancho!

Todo grandes equipamientos, fuera de la realidad del momento. Porque ni hay suficiente masa crítica (ni estrategias para generarla), ni una idea de sistema, ni suficiente dinero. Y el que hay, se gasta en poner más piedras. Eso si, se deja un pequeño margen para “material fungible” (un, digamos curioso concepto, con el que en Bilbaoarte se pone límite a qué pueden y no pueden dedicar la cuantía de su beca l*s artistas –para evitar el derroche y el dislate-).

Y por qué. Porque se sigue sin querer entender que para que el arte suceda no hay unas condiciones concretas que se puedan proveer-reproducir-franquiciar. Se trata más bien de generar un sistema flexible que permita fluir en libertad. (Im)posibilitar cuando sea necesario, en lugar de imponer por la norma o la moda. Un ecosistema para generar más conversaciones. Y estas pueden darse en el baño de un bar a las dos de la mañana, a través de Skype, en el estudio al que acudes diariamente o no, en el monte, con un lápiz, un ordenador, una cámara, la palabra, desde el DIY, la producción industrial, la biopolítica…

Por mucho que se insista, no hay recetas. Y cada vez menos. Por eso, los centros de producción no tienen sentido, si sobre todo no son lugares de encuentro abiertos al mundo, para el intercambio, la colaboración, la hibridación, el conocimiento, el conflicto. Así, si se quiere invertir en la producción de cultura, que se invierta en fomentar la (bio)diversidad del ecosistema cultural, en la generación de contexto, de posibilidades, en el momento, en el lugar y con los recursos que en cada caso sean necesarios. Sin estrategia fija. Dirán que esto es insostenible. Pues hagámoslo de forma equilibrada, redistribuida y reproductiva. Aquí mismo hay resquicios y excepciones que pueden servir de ejemplo. Porque lo verdaderamente insostenible, es lo que impera actualmente.

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Economía Creativa para el Underground #2. Prototipo de gestión de tiempo para microorganismos culturales



Necesitamos nuevos modelos para conceptualizar el trabajo posindustrial

o inmaterial o creativo o como queramos llamarlo,
que es sobre todo de orden mental, relacional y emocional.

Ninguno de los participantes en el Cultivo de Microbios de Zemos98 sabíamos lo que íbamos a hacer allí. Pero nos habíamos comprometido a una cosa: el primer día teníamos que llegar con algo para compartir. Ya que desde el festival nos llamaban “encuentro experimental de microorganismos culturales”, quise proponer un tema que, aunque jamás sale a escena, en realidad nos carcome las entrañas como una plaga de termitas. No es el dinero. Es el tiempo de trabajo.

¿Qué es tiempo de trabajo y qué no lo es? ¿Cómo se cuantifica el tiempo de inspiración? ¿Qué significa perder el tiempo? ¿Todos los tiempos son iguales o hay diferentes calidades, texturas, intensidades de tiempo? ¿Cómo se valora la productividad de los “microorganismos culturales”?

La hipótesis es que el concepto de tiempos de trabajo que manejamos está obsoleto.

Está pensado para la fábrica, para el trabajo en cadena, para la serialización. Es un concepto industrial. Si te ganas la vida metiendo tornillos en cajas, distinguir entre cuando trabajas y cuando no trabajas está muy claro. Meter tornillos en cajas es trabajo, la pausa del bocadillo no. Te la pagan porque para seguir metiendo tornillos en cajas necesitas comer. Pero mientras lo haces, otra persona puede ocupar tu lugar en la cadena y la producción continúa. Se puede rotar a un empleado por otro, cuantificar sus tiempos, programar las tareas y optimizarlas con formulas matemáticas. Cuanto más tiempo pases en la cadena, más tornillos meterás en cajas. Y si no lo haces, salta a la vista. En las actividades intangibles no es así.

En las actividades intangibles los tiempos de producción y los de reproducción se confunden.

No se pueden cuantificar ni programar, no son serializables ni industrializables. Y además quedan fuera de control porque nadie sabe lo que te pasa por la cabeza.

La economía feminista distingue entre lo productivo y lo reproductivo.

En la parte superior de este esquema está la economía productiva que corresponde con la dimensión pública de la sociedad: la fábrica que produce bienes y entrega dinero a cambio de trabajo y el hogar que devuelve el dinero al circuito económico en forma de consumo. Cuando se habla de economía se habla sólo de esta parte: es la economía visible.
La parte inferior corresponde a la economía reproductiva. Es lo que no se ve y no se cuantifica, y que mayormente tiene lugar en el ámbito privado de la sociedad: la familia, el hogar o la persona. Aquí tienen lugar los trabajos de cuidados como los afectos, la salud, el bienestar físico y emocional, la comunicación interpersonal, la vida comunitaria o el desarrollo de valores culturales, entre otros. Es la parte invisible, o invisiblizada, de la economía.
La economía feminista nos dice algo que es de cajón: los trabajos de cuidado son trabajo y producen valor, y sin ellos el conjunto de la economía se vendría abajo. Ambas dimensiones son co-dependientes y se retroalimentan.

Como “microrganismo cultural” ¿cuáles son mis tiempos de producción y reproducción?

Si traslado el esquema económico clásico, concebido para el conjunto de la sociedad, a la escala de mi vida es evidente que tanto mis tiempos de producción (delante del ordenador) como mis tiempos de reproducción (mientras hago la comida por ejemplo) constituyen y producen valor. Pero no sólo en el sentido que indica la economía feminista.

Mis tiempos de reproducción son tiempos de producción pura.

No es que necesite comer para seguir pegando golpes al teclado. Es que mientras como, o mientras voy en bici, o mientras hago cualquier otra cosa que no sea estar delante del ordenador, sigo pensando. Sigo tomando decisiones, buscando el enfoque adecuado, dando vueltas a las ideas… Sigo produciendo. (Por ejemplo, para los que me preguntan que de dónde saco tiempo para hacer un blog: es que los posts los escribo en la cabeza mientras friego los platos que, como es tan repetitivo, me pone la mente en un estado superzen que delante de una pantalla no alcanzo ni de lejos).

En el caso de los “microorgamismos culturales” es aún peor.

No sólo trabajamos mientras fregamos los platos. Cuando salimos, cuando vamos a un concierto, cuando leemos un libro (por placer, sin finalidad), cuando nos emborrachamos como cubas también estamos trabajando. Seguimos procesando información, inspirándonos, aprendiendo, conociendo gente… haciendo cosas que forman parte de nuestros activos o nuestro capital, que son recursos y herramientas de trabajo. En mi caso además, me paso la mayor parte del día literalmente pensando en las musarañas, que son mis compañeras de trabajo.
El lado oscuro de esto es el trabajocolismo que afecta a muchos de nuestros compañeros y se hace notar especialmente en el caso de que, por ejemplo, tu pareja se dedique a otra cosa completamente distinta (esta es la verdadera razón de la endogamia del mundo cultural: prefieren estar entre ellos para que se les note menos).

Tiempos de inspiración, tiempos de expiración, tiempos acordeón.

Como hacer un prototipo basado en lo de las musarañas parece poco serio -y ya me doy cuenta de que huele a justificación de una caradura de mucho cuidado- le he buscado palabras más técnicas. Los tiempos de producción ahora los llamo tiempos de expiración (copiado del mailing de cultivo#12). Los de reproducción, tiempos de inspiración (idem). Y luego tenemos los tiempos acordeón que varían en función de infinidad de variables como el estado de ánimo, la climatología, los plazos de entrega, la concentración, el calendario de eventos, la vida amorosa, etc.
Los tiempos acordeón son los que regulan el reparto entre inspiración y expiración. Y como ya habrás comprendido a estas alturas, constituyen la verdadera coartada.

Descargar Economía Creativa para el Underground #2 (en PDF).
Descargar Economía Creativa para el Underground #1. “Be creative under-class! Mitos, paradojas y estrategias de la economía del talento” (en PDF en la Biblioteca YP).

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