Laboratorio feminista ciberpunk

Lo de arriba (que se puede ver ampliado aquí) es mi respuesta a la invitación de la Mediateca del MUSAC a participar en las jornadas sobre software libre, arte y mujer que tuvieron lugar el pasado 12 de noviembre. Algunas precisiones:

En el esquema se me olvidó dibujar lo más importante: frente a la dicotomía software libre / mujer, me interesa más proponer otra: ética hacker / feminismo. A partir de aquí, planteo la pregunta de si es posible pensar en una ética hacker feminista y, en caso afirmativo, cuáles serían sus características, las más importantes de las cuáles, para mí son: el compromiso con el dominio publico y la idea de procomún; la relación con la comunidad; y la dimensión contra-cultural de la filosofía del software libre y la ética hacker (y digo contra-cultural en todos los sentidos de la palabra).

La reflexión se articula en torno a la idea de conocimiento autorizado: si la historia de la ciencia es (también) la historia de la legitimación de ciertas formas, ciertos canales y ciertos agentes de producción de saberes, me pregunto cómo desde el feminismo podemos proponer -y legitimar- otras formas, otros canales y otros agentes (subversivos, contra-culturales, emancipatorios). Es en definitiva, una reflexión sobre el modo en que se construye el conocimiento hegemónico y la posibilidad de formular tácticas de acción politica feminista en un entorno como el tecno-científico, abiertamente blanco, racionalizante y patriarcal. Frente al conocimiento autorizado, el pensamiento feminista dice: conocimiento situado, un concepto sacado de los escritos de Faith Wilding, que se opone al aislamiento del objeto de estudio y propone ponerlo a dialogar con otros parámetros y niveles de realidad (quién piensa, cómo, dónde, cuándo y para qué).

El esquema no incluye temas obvios como la relación entre género y sociedad del conocimiento o la presencia de mujeres en los equipos de programación. La razón es que me tocaba hablar en tercer lugar, después de dos personas que lo iban a explicar mucho mejor que yo: Carmen Castro, economista, activista del software libre especializada en políticas de género y autora de Sin Género de Dudas; y Miriam Ruiz, desarrolladora de Debian, editora de Barrapunto y asesora en temas relacionados con el software libre del Principado de Asturias. Lo mío puede ser leído como una nota a pie de página a sus presentaciones.

Empecé a trabajar sobre la intersección entre género y tecnología creo que en el año 2004, de modo que este esquema recoge algunas reflexiones que, o bien no había abordado entonces, o bien las he ido tratando de manera desordenada, entre conferencias, artículos, posts y demás. Para completarlo, recomiendo:

El programa de EnRE/Dades, géneros en red y acciones ciberfeministas, que organicé en Barcelona en 2004.
Los materiales del taller de ciberfeminismo que impartí en el Feministaldia 2005 y para Emakumeak en 2006.
El texto “Chúpame el código 2.0” publicado en la revista Zehar en 2007.
El texto “Notes on the Knowledge Economy from Cyberfeminism” , festival City of Woman de Ljubljana 2008.
El post “El deporte olímpico del e-waste” sobre la basura electrónica.
El post “¿Por qué las mujeres son como los pollos y los pollos como las mujeres?” sobre el trabajo de subRosa.
El post “Las políticas del cuerpo cibernético” sobre el trabajo de Beatriz Preciado en “Testo Yonki”.
La recopilación de textos históricos del ciberfeminismo de Mujeres en Red.

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Me he vuelto necrófila


Imagen del archivo de “Visible Human Project”, la primera computación íntegra, anatómica y tridimensional de un cadáver, cortesía de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos.

Antes de que empiece a mono-bloguear sobre Soft Power (el programa de la edición 2010 ya está en línea, lo habeis visto, lo habeis visto?), una confesión, lo del título: que me he vuelto necrófila. Mi nueva obsesión se ha plasmado en el texto “Mirar un cadáver”, un paseo guiado (y eminentemente macabro) por el catálogo de la distribuidora de vídeo arte Hamaca. Y es que empiezas subrayando textos de Donna Haraway y no sábes dónde acabas.

Mirar un cadáver

Los animales, cuando mueren -y lo hacen en cualquier parte: en la cazuela, en el parachoques, en la suela de los zapatos- son muertos sin más: un centollo muerto, un pájaro muerto, un caracol muerto; pero muertos a secas, muertos sin categoría. El ser humano, sin embargo, adquiere con la muerte una condición privilegiada: la de cadáver. La temática del cadáver ha sido ampliamente tratada en el mundo del arte, la literatura, el cine; ha inspirado géneros musicales, tribus urbanas y prácticas de sexualidad extrema. Pero nuestra relación con él sigue marcada por el afán de eliminarlo. Desde las civilizaciones ancestrales hasta hoy, han evolucionado las técnicas, la maquinaria administrativa, ligeramente los rituales, pero poco más. Toda la cultura mortuoria occidental está organizada en torno a un único objetivo. Liquidar el recuerdo de ese sí o sí de la vida que es su finitud, borrando los rastros de su manifestación más grosera: el cuerpo inerte de los que han pasado al otro lado.

Recorro el catálogo de Hamaca como un detective: buscando fiambres, o más exactamente, buscando desentrañar las distintas estrategias de tratamiento visual de los mismos. Si las más extendidas son de orden ritual, ficcional y administrativo, con el avance de las modernas tecnologías de visualización biomédica -mecánicas, radiológicas, analógicas y finalmente digitales- el cadáver, como veremos, comienza a desprenderse de sus condiciones de materialidad para transformarse en archivo de datos. [Seguir leyendo]

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La novia de Herr Brandt

En los anuncios que pongo para alquilar mi piso por temporadas suelo decir que posee la envidiable característica de tener vecinos invisibles. Los hay y a veces enseñan la patita; nos cruzamos en la escalera o en el patio de las basuras, pero no hablamos. Yo lo he intentado -por si un día me dejo las llaves dentro o se me inunda el cuarto de baño o hay una invasión extraterrestre y no podemos salir de casa nunca más y nos vemos obligados a reinventarnos una vida con la comunidad de humanos más inmediata, esas cosas. Pero entre mi pésimo alemán y la idiosincrasia protestante de no traspasar los límites de la privacidad ajena, hasta ahora no había sido posible entablar ningún tipo de proximidad. Yo no sé nada de ellos ni ellos de mí, nos ignoramos metódica y escrupulosamente. Hasta ahora, porque Herr Brandt se ha echado una novia.

Herr Brandt es el vecino de abajo, un hombre de unos 50 y tantos, alto, muy delgado, con los mofletes colgando, se ve que calvo desde que nació. Camina ligeramente encorvado y muy deprisa. Si puede no te mira o lo hace sólo rozándote con la mirada, como un psicópata pacífico que teme que descubras la hondura de sus perversiones o un cervatillo asustado que se echa a correr cada vez ve a un humano porque un cazador mató a su mamá. Yo siempre ataba mi bici junto a la de él, en el único gancho disponible delante de casa, que compartíamos por un pacto tácito entre ciclistas solidarios. Un día había otra bici donde yo suelo poner la mía, así que la dejé en otro lugar; al día siguiente la otra bici seguía ahí, y al otro, y al otro. Ya ni miro, es evidente que me han expropiado del gancho y ahora la dejo siempre en el otro portal.

Luego llegó la música, siempre por la tarde. Grandes éxitos de los ochenta y noventa que una voz aguda canta a pulmón pleno mientras otra grave la anima. Por el volumen atronador y el entusiasmo evidentemente juvenil, pensaba que eran unos hermanos del edificio contiguo, el pequeño y el mayor, jugando al Guitar Hero o a un programa de karaoke cuando sus padres no están. Ah, la edad del pavo, qué pesaditos… ya se les pasará. Poco a poco me he dado cuenta de que el sonido viene de abajo. La música cada día suena un poco más alto y ahora incluye electrónica de baile, risotadas, zapateos, gritos histéricos, y la misma voz grave que lo acuna todo con sus comentarios breves -y muy cariñosos, entre mi nivel de alemán y el lenguaje universal de los perros, eso lo entiendo hasta yo. Es Herr Brandt. Y hay una mujer con él, joven y vitalista además.

Hoy es domingo y me ha despertado el temblor de la cama. No puede ser, se ha ido de vacaciones y ha alquilado la casa a unos Erasmus que están de after con todos los colegas colocados hasta las orejas, no puede ser. Y he bajado, más por curiosidad que porque me molestara. Es decir: me molesta mucho, pero yo también pongo la música muy alta y hoy por tí, mañana por mí y tal. Cuando he tocado el timbre la música ha cesado, las carcajadas también, y me ha abierto la puerta él, con una sonrisa espléndida y la mirada colmada que debía tener Dios la primera mañana del mundo. Ha pedido unas disculpas rápidas y cuando ha cerrado a la chillona le ha dado otro de sus ataques de risa. Solo estaban ellos. No le había visto sonreir nunca pero no hay duda: está completamente enamorado.

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¡El bloque en un museo!

Colisión de galaxias. Por poco no me sobrepongo cuando el verano pasado, visitando la exposición de “Quinquis de los 80” en Barcelona, descrubrí una fotografía de gran tamaño de la casa de mi abuela: bloque nº12, Otxarkoaga, Bilbao. La foto, junto a otras de lugares similares, forma parte de la sección dedicada a los barrios del desarrollismo español, el contexto urbano en el que surge esa carismática figura del maleante de periferia a la que rinde homenaje la muestra, comisariada por Amanda y Mery Cuesta para el CCCB y que se puede ver ahora en La Casa Encendida de Madrid.

Otxarkoaga, una historia banal. Construida por Franco en la década de los cincuenta para alojar a las familias inmigrantes que trabajaban en las fábricas vizcaínas y vivían en chabolas en las faldas de los montes de alrededor. “Que les hagan casas como Dios manda”, parece ser que dijo, y a toda prisa armaron un barrio entero que, en los años setenta y ochenta, era el de peor fama de Bilbao. No me atrevo a decir que inmerecida porque en aquella época yo aún no tenía muy desarrollado el umbral de la normalidad, así que no sé. Era un barrio de las afueras y de clase obrera; reinaba el caballo igual que en todas partes; las calles no tenían nombre y se identificaban por el número de los edificios: soy del bloque 12, voy al bloque 38, me gusta el del bloque 156.

A diferencia de otros lugares parecidos cuya imagen se ha normalizado casi del todo (como Rekalde), Otxarkoaga no ha conseguido cambiar de reputación. Decir que vas o vienes de allí aún provoca esas décimas de segundo de silencio detenido durante las cuáles imaginas las neuronas de tu interlocutor procesando a toda mecha para dar con el comentario adecuado en términos de naturalidad, cosmopolitanismo, conciencia de clase, etc. En fin, el tipo de sitio que no esperas encontrar referenciado en un centro de arte.

Las críticas a la expo de Quinquis eran esperables: estetización de lo marginal, incisión en una imagen del barrio que no contribuye a regenerarlo… En mi opinión, desenfocadas. Reconzoco las arenas movedizas en que se adentra. Pero desconfío de esa opinión pública autorizada que insiste en tratar los asuntos socialmente delicados con equidistancia, se apoya en un argumentario que no supera la prueba de ponerse a dialogar en otros parámetros (por ejemplo, globales) y asume que todas las narraciones de la sensibilidad obrera que se desvían de la oficial (la familia honrada que, a fuerza de trabajo y sacrificio, ha pasado a la siguiente pantalla de la escala social) están necesariamente despolitizadas. We don´t need another hero, ni más guardianes de la revolución, gracias.

Soy la primera que se pone a la defensiva cuando oye a alguien que jamás pondría los pies en un barrio así, decir que le gusta esa exposición. Yo también deseo partirle la cara. Pero a la vez soy consciente de que las referencias estéticas que manejamos son idénticas: las razones por las que a esa persona le mola la expo y las razones por las que yo entiendo que mola son las mismas. Si la visión franca y celebratoria de Quinquis tiene sentido (y lo tiene, puesto que la entendemos a la primera) es porque todos comprendemos los mecanismos simbólicos que entran en juego sin ninguna dificultad. Es lo que tiene pasar de ser un país pobre a uno de nuevos ricos (perdón, de clase media): que nos exige reproblematizar temas muy peliagudos, como la migración de clase, y reformurlarlos en un marco de circulación de referentes de cultura popular totalmente transnacional y transversalizada también en términos de clase (todo lo de la crisis del pensamiento de izquierdas iría aquí).

Ver un película como La Haine en un festival comercial de cine de autor, mola. Mirar en la MTV videos de hip-hop -que no viene de Beverly Hills precisamente- también. Incluso escuchar a la Lopez entonar el “Jenny from the block” tiene su gracia. Pero tratar la estética del delincuente de barrio como un elemento más de nuestro paisaje cultural común, eso no se puede. Eso es reapropiación indebida, éticamente dudosa, superficial y fetichizante. Spanish exploitation. Pues yo me alegro de ver el bloque de mi abuela en un centro de arte y lo digo desde todos los ángulos: el de la crítica cultural y el del orgullo de clase. Otxarkoaga mola, cómo no, sí, por supuesto.
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Informe sobre "Empresas Culturales, Sectores Creativos y Generación de Empleo"

Como complemento a la jornada sobre “Empresas Culturales, Sectores Creativos y Generación de Empleo” organizada por el Gobierno Vasco el pasado 14 de junio en Vitoria, se nos pidió a los intervinientes que elaboraramos un breve informe de valoración. Copio a continuación mi informe para fines de archivo y debate (al que os animo a participar vía comentarios a este post o a la nota correspondiente en Facebook).

Más información sobre el programa:
Presentación y programa completo
Textos y ponencias de los intervinientes

Más información relacionada con economía de la cultura (desde el punto de vista de abajo y a la izquierda):
Cultivo de microbios Zemos98 Sevilla 2010
Para quienes disfrutamos trabajando Madrid 2010
REU08 Andalucia 2010


REU08 para Zemos98 2010.

Mi informe:

Pensamiento industrial
Parece que el pasado nos impide evolucionar. Seguimos pensando la economía (y por tanto la economía de la cultura) en términos industriales, seguramente debido a viejas inercias de país que se ha hecho rico con la industrialización. Si queremos seguir siendo competitivos en el nuevo escenario, hay que asumir riesgos y actualizarse. El caso de Extremadura es totalmente contrario y paradigmático: una región que, como no tiene “nada que perder”, arriesga mucho más y se lanza a políticas de verdad innovadoras.

Cultura vs. Industrias culturales
En general, la idea de cultura que se ha manejado en las ponencias es economicista e industrial. Hay sectores culturales industrializables (cine, videojuegos, grandes espectáculos, medios de comunicación, etc) pero todos no lo son. Necesitamos entender lo cultural de un modo:
> Cualitativo: valor intangible de los procesos creativos, capital relacional, estilos de vida.
> Informales: valor generado por la economía informal, caracterísitica del sector de la cultura.
> Sistémicos: aunque cada subsector tenga sus especificidades, hay que pensar lo cultural como un todo, un organismo o un sistema de flujos que, cada vez más, desbordan el propio sector cultural.
> Micro: sabemos que casi todas las iniciativas culturales son nano o micro-empresas (o no son empresas en absoluto); dejemos de ignorarlo.

Cultura vs. Economía creativa
Durante toda la jornada se hizo patente una confusión entre, por un lado, el sector de la cultura (en sentido tradicional: artes, letras, espectáculos, etc) y por otro, la “nueva economía creativa” (innovación, creación de riqueza intangible, etc). Es una confusión muy contemporánea y nadie ha encontrado aún la receta para salir del embrollo, pero seamos conscientes de ella. La cultura, entendida como laboratorio social o de ideas, sirve para generar procesos de innovación pero no debe transformarse en un recurso de usar y tirar al servicio de la industria. Mucho cuidado con esto.

Cultura vs. Emprendizaje cultural
El emprendizaje cultural es un engaño para subsanar la reducción de financiación pública y la externalización de servicios (cambiando la lógica de la subvención por la del contrato). La realidad económica del sector cultural hace muy difícil la creación de empresas.

Metodologías obsoletas
Es preocupante que en varias intervenciones se haya repetido el mismo argumento, a saber: “Aunque sabemos que ya no son válidas, seguimos utilizando las mismas herramientas de análisis porque son las que conocemos”. Hace falta un trabajo serio de búsqueda de indicadores (como los que apuntaba Montserrat) porque con malos indicadores hacemos falsos análisis y con falsos análisis hacemos políticas equivocadas.

Evento público vs. Encuentro de profesionales
Igual en la jornada se quiso matar muchos pájaros de un tiro, juntando objetivos incompatibles. Por un lado, obtener cierta visibilidad mediática; por otro reunir a un grupo de “expertos” o profesionales del sector para reflexionar sobre políticas culturales. Al final se quedan las dos a medias.

Mi propuesta es que desde el departamento de Cultura de Gobierno Vasco se empiece a trabajar en el diseño de políticas colaborativas entre las instituciones y el sector cultural. ¿Ya se está haciendo? Pues hay que seguir en esa dirección y profundizar. No es un problema de presupuestos sino de voluntad política.

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Playboy, el chico de interior

El último libro de Preciado, “Pornotopia. Arquitectura y sexualidad en Playboy durante la guerra fría”, contiene dos ensayos en uno. El primero puede leerse como una extensa nota a pie de página del anterior “Testo Yonki” sobre la puesta en marcha del régimen farmacopornográfico, ilustrado en este caso por el universo Playboy como primera empresa que comercializa con éxito el burdel multimedia global, es decir: el complejo integrado por la revista, los programas televisivos, las webs y los demás productos mediáticos que explotan el business-core de la marca de las conejitas. El segundo ensayo es más específico, pues incorpora a lo precedente el factor arquitectónico y en concreto: la construcción cultural de los espacios de vida en la sociedad norteamericana de posguerra.
Dicho en un tweet: en la década de los cincuenta, Plaboy inventa el hombre de interior.

Hugh Hefner, fundador de Playboy y pionero del trabajo horizontal, en su casa, Chicago 1966 (foto: Burt Glinn / Magnum).


¿Cómo es eso? Ya sabemos que en la era atómica, las mujeres, encerradas en la casa familiar suburbana con niños, jardín y electrodomésticos que hacen todo solos, se mueren de aburrimiento. Pero resulta que sus maridos, educados para ocuparse de las cosas que cuentan, se aburren todavía más. Peor: se sienten desposeídos, porque el lugar al que regresan tras chuparse nosécuantas horas en coche al salir de la oficina, no les pertenece. La casita unifamiliar no funciona solo como “un confortable campo de concentración suburbano” para las mujeres de clase media; también lo es para sus esposos.


A la izquierda, el hombre americano tradicional; a la derecha, el nuevo playboy (dibujos de Arv Miller para Playboy, 1953).

Además, el varón heterosexual americano de los años cincuenta ya no es como sus padres. No le gusta ir de caza, no se identifica con los valores de trabajo, familia y responsabilidad y está hasta los huevos de las obligaciones a las que le condena su condición de buen padre y buen esposo. Hijo predilecto de la sociedad de consumo, reivindica él también el derecho a una habitación propia. Un lugar en el que sentirse frívolo, infantil y libre; y lo que es más importante: un lugar al que la tipología de mujeres que dominan su vida en el espacio privado y delimitan el campo de sus obligaciones en el público -la madre, la esposa y el ama de casa- nunca tengan acceso. El imaginario masculino de la posguerra reclama pues una masculinidad a su medida y un espacio ideal (utópico) para ponerla en escena. Es lo que en marketing se conoce como “target de mercado”.

Quería una casa de ensueño. Un lugar en el que fuera posible trabajar y también divertirse, sin los problemas y conflictos del mundo exterior. El hombre no sueña con un rincón donde colgar el sombrero, sino con su propio espacio, con un lugar que sepa que le pertenece, un entorno que pueda controlar por sí solo. Playboy ha diseñado, de los zócalos al techo, el ático idel para el soltero urbanita. Hugh Hefner, editorial de Playboy 1953.


Corte longitudinal del ático de soltero Playboy diseñado por Donald Jaye en 1962.

Este nuevo hábitat, que Preciado denomina “topos erótico alternativo a la casa familiar suburbana”, tomará cuerpo, primero en el ático Playboy, después en la mansión Playboy de Chicago y la mansión Playboy West de Los Angeles, donde el fundador de la marca, Hugh Hefner, vive y trabaja en batín de seda y zapatillas, rodeado de novias y colaboradores. En las casas Playboy, reales o ficticias, las divisiones de género están estrictamente controladas pero no en la forma habitual. “La estrategia de Playboy no era transformar a la madre y el ama de casa en puta legal -como hasta entonces- sino modelar una compañera ideal que no suponga una amenaza para la autonomía sexual y doméstica”. Es aquí donde hacen su entrada las conejitas, no como elemento central del negocio, sino como espejismo, para reforzar la idea de una masculinidad de interior manteniendo alejado al fantasma del homosexual. La figura femenina es estratégica pero insignificante y sólo se hace presente de manera virtualizada: como playmate invitada, su presencia puede activarse o desactivarse cerrando una puerta o pasando una página.

“Pornotopia”, con el que Preciado ha resultado finalista del premio Anagrama de ensayo, incluye también un estudio pormenorizado de la famosa cama redonda de Hefner y un sinfín de referencias bibliográficas y cotilleos. Son apenas 200 páginas, con letra grande, que se leen en tres sentadas.

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La coartada ballardiana

Llamo coartada ballardiana al mecanismo por el cuál algunos snobs, entre los cuáles me cuento*, al practicar el vacacionismo de toda la vida (playa, sol y circo) nos convencemos de que en realidad estamos haciendo un ejercicio de observación cultural**. Los demás, cuando se comen la paella con olor a crema, la disfrutan como cerdos y punto. Pero nosotros no, nosotros somos turistas cultos. Sabemos que existe una relación estrecha entre esa experiencia -por lo demás, super cutre- y el turismo de masas, la especulación inmobiliaria o la estética del cine costumbrista español de los sesenta; y somos conscientes de que echarse la siesta bajo la sombrilla o contemplar un atardecer ante el litoral urbanizado son actos con tanta densidad de referentes sociales, históricos y culturales como un tapiz flamenco del siglo XVI. Pero los demás no, porque son idiotas -los demás siempre lo son- y no han leído a J.G. Ballard ni nada de teoría cultural.

Amigos y amigas snobs, que sé que sois legión (ahora direis que vosotros noooo), dejémonos de gaitas. Los de la toalla de al lado participan de la misma experiencia, con la misma intensidad, y también nos observan por el rabillo del ojo pensando que ellos, ellos sí, son diferentes. Yo me voy a Alemania, porque el agostismo lo he hecho en julio, pero os estaré observando: haced el favor de poneros muy morenos, comer paella con mucha arena y subir esas fantásticas fotos al Facebook, aunque sean una mierda; el tiempo y los snobs del futuro sabrán darles su justo valor.

* También es un rasgo de carácter de “nosotros los snobs” que nos gusta explicar los chistes.
** Otros, que no son snobs pero les gustaría, dicen que lo hacen por los niños; viene a ser lo mismo. En lugar de ballardiana en este caso podríamos hablar de la coartada de la colchoneta de Bob Esponja, pero como no tengo niños no sé bien cómo se manifiesta.

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“Contra la pared hijos de puta!” para leer en la playa

Qué mejor que el verano para volver a los clásicos (juas-juas) y qué mejor clásico que una buena dosis de viejo agit-prop (juas-juas requete-juas). Lo de abajo es la portada de “Motherfuckers! De los veranos del amor al amor armado” editado por La Felguera en su colección Memorias del Subsuelo, que he comprado en uno de los puestos de libreros anarquistas que ponen en la plaza Tirso de Molina los domingos en Madrid.

Contiene:
– Una introducción de Servando Rocha sobre las vanguardias anti-arte y los movimientos de acción directa en la Norteamérica de finales de los sesenta que constituyen el caldo de cultivo del que surgen el periódico Black Mask (a no confundir con otro del mismo nombre editado en los años 20), el grupo de acción directa The Family (a no confundir con la de Manson) y finalmente los Motherfuckers (o más precisamente UAWM: Up Against the Wall Motherfuckers!, frase tomada de un verso de “Black People!” de Leroi Jones);
– Un texto actual de los hermanos Wise, miembros de la célula británica King Mob, sobre su conexión con la escena contracultural europea y estadounidense;
– Una entrevista al cabecilla del movimiento Motherfucker, Ben Morea, realizada en 2006 tras varias décadas desaparecido, donde repasa la génesis del grupo, su relación con la generación beat, la izquierda radical norteamericana del SDS (cuya escisión daría lugar a la famosa “primera guerrilla urbana blanca y de clase media” The Weathermen) o la Internacional Situacionista (que expulsó a varios de sus miembros anglosajones por su apoyo a Morea) y algunas de sus acciones más notorias como: el cierre del MOMA, su papel en la ocupación de la Universidad de Columbia, el intercambio de “basura por basura” en el Lincoln Center de Nueva York, el simulacro de asesinato al poeta Ken Koach o el manifiesto en favor de Valerie Solanas (autora del SCUM Manifesto y del disparo al Rey del Pop Art aka su Majestad Andy Warhol);
– Todos los textos y algunas ilustraciones de los 10 números de Black Mask, aparecido entre 1966 y 1968;
– Algunos manifiestos Motherfuckers publicados en el periódico The Rat durante 1968;
– Y bastantes imágenes, como ilustraciones de fliers de la época o la foto policial de un jovencísimo y bellísimo Frank Sinatra detenido por adulterio en 1938.

Es una obra de documentación (y generosa), que recupera muchísimos materiales que de otro modo se estarían pudriendo en el desván de la madre de alguno de ellos (porque casi todos son ellos, y las madres son las que mejor guardan la memoria, también la de los radicales). Aunque incluye algunas explicaciones imprescindibles para comprender el contexto, no se trata de un ensayo de análisis o crítica cultural. Y es lo correcto, porque de lo contrario no estaría publicado por La Felguera (continuadores del espíritu de aquél tiempo y, como es natural, reacios a su recuperación simplona; que no es que no exista pero no serán ellos quienes la hagan), lo que equivale a decir que no estaría publicado en absoluto.

El hilo conductor de lo que se cuenta en el libro hay que buscarlo fuera de él, en obras como -y aquí me lanzo temeraria al fango de la narración de la contracultura, tiradme piedras si os parece necesario- las fundamentales “El asalto a la cultura. Corrientes utópicas desde el letrismo a class war” de Stewart Home o “Rastros de Carmin. Una historia secreta del siglo XX” de Greil Marcus. Si te pone el tema puedes también consultar el blog colectivo que hicimos en el taller de mitologías, vanguardias y activismo durante el festival Zemos en 2008 que, está mal que lo diga yo, pero viéndolo ahora me parece que contiene una base de recursos brutal sobre punk y situacionismo deconstruido.

Pues ala, primero a leer y después a quemar contenedores; no al revés que se corre el riesgo de repetir la de Lucien Lacombe que quería meterse al maquis para darle marcha al cuerpo y acabó en la policía nazi de Vichy persiguiendo disidentes. El próximo post se lo dedico a la Gauche Divine, lo juro.

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The Artvertiser. Se cambia anuncio publicitario por obra de arte

Publicado en Mugalari el 28 de mayo 2010.

En un momento en que las tecnologías aplicadas a lo urbano se rinden cada vez más a la explotación comercial, el proyecto The Artvertiser propone justo lo contrario: sustituir los anuncios en vallas, paredes y edificios por obras de arte eslóganes subversivos.

Cuando el protagonista de la película “Están vivos” se pone unas gafas de sol que ha encontrado en la calle por casualidad, descubre que el mundo a su alrededor oculta un secreto. Vistos a través de ellas, los anuncios son en realidad mensajes subliminales que llaman a la obediencia y al culto al dinero; los gobernantes, alienigenas camuflados que se sirven de la sociedad de consumo para dominar a la humanidad. Dirigida por John Carpenter en 1988 e inspirada en un relato de ciencia-ficción escrito por Ray Nelson en los años sesenta, “Están vivos” es una de las referencias que el creador de The Artvertiser, el neozelandés Julian Oliver, cita como inspiración del proyecto The Artvertiser, en el que también han colaborado el programador Damian Stewart y los artistas Clara Boj y Diego Diaz.

The Artvertiser toma la forma de unos prismáticos, un poco más grandes y aparatosos de lo normal, con los que se puede recorrer la ciudad como en la película de Carpenter, descubriendo una realidad inesperada. El dispositivo está diseñado para reconocer ciertos anuncios que, vistos a través de las lentes, se transforman automáticamente en otra cosa: una pintura, una fotografía, una frase, lo que sea. El soporte publicitario, que puede ser desde una valla publicitaria a un vagón de metro, es intervenido o directamente eliminado y desviado de su función comercial. La franquicia Dumping Donuts se convierte en Fucking Donuts, la cadena de electrónica Saturn pasa a ser Sun Art, el logo de una caja de ahorros se mezcla con imágenes de un gallinero, los carteles en lo alto de los edificios muestran un mensaje que dice Su Arte Aquí. La ciudad se despliega como un lienzo vacío, como una exposición, como una narrativa distinta de la que vemos todos los días. Las posibilidades son ilimitadas.

The Artvertiser parte de una constatación obvia pero ampliamente asumida. Los anuncios publicitarios son mensajes de propiedad privada y con fines comerciales, situados en un espacio que sin embargo es de naturaleza colectiva como son las calles, las plazas, las paredes de los edificios o el paisaje urbano en su conjunto. La publicidad no sólo privatiza estos lugares. También los transforma en soportes de comunicación unidireccional que funcionan de modo similar a los archivos digitales de “sólo lectura”: sus destinatarios unicamente los pueden consumir de modo pasivo y en ningún caso están autorizados a modificarlos. Aunque no nos demos cuenta o nos hayamos acostumbrado, nuestra experiencia cotidiana de la ciudad está mediatizada por una gran cantidad de información cuyo significado es cerrado, privado y unívoco.

The Artvertiser subvierte esta lógica a varios niveles. Al eliminar el ruido publicitario, propone una situación más activa (interactiva) en la que el usuario entabla algo parecido a una conversación con el entorno que le rodea. De este modo, devuelve al espacio público el lenguaje que le corresponde: el de la comunicación abierta, multidireccional, susceptible de ser re-escrita con infinidad de interpretaciones. Los prismáticos están equipados además con un puerto inalámbrico, de modo que, si existe una conexión a internet cercana, las intervenciones pueden documentarse y publicarse online en tiempo real, proporcionando una memoria alternativa, cambiante, de las ciudades. Las modificaciones de The Artvertiser no se producen en el ámbito físico (los transeúntes que no usan los prismáticos no perciben ningún cambio) sino en otro plano, el de lo virtual, que se convierte así en un nuevo espacio público, quizás el único posible a medida que el urbano es progresivamente invadido por la publicidad. Como dispositivo de visión digital, The Artvertiser entra de lleno en la categoría de lo que se conoce como Realidad Aumentada pero, por su propósito, se separa con elegancia de otras iniciativas de mediarquitectura o visualización de datos. Aquí no se trata de aumentar la cantidad de información disponible sino de alterar la información pre-existente para proponer otro tipo de experiencia. Seguramente por ello, sus creadores prefieren hablar de Realidad Mejorada e incluso citan como otra de sus referencias el proyecto “Diminished Reality” que pretende cambiar los carteles del borde de las carreteras por mensajes personalizados y útiles, como “Steve, te has pasado de calle, da la vuelta”.

Hasta ahora, The Artvertiser ha intervenido la Puerta del Sol de Madrid, Times Square en Nueva York, Alexander Platz en Berlin y la famosa esquina de Shibuya en Tokyo con obras de artistas, activistas o diseñadores seleccionados a través una convocatoria abierta. El software por el momento sólo funciona con los prismáticos especiales y ordenadores portátiles pero se preve que en el futuro pueda también instalarse en teléfonos móviles de última generación o con cámara integrada. El código ha sido creado bajo plataforma Linux y, una vez completado, será puesto en circulación con una licencia de código abierto.

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Blog Motel #3 Cuidado, cuidado, os avisamos: somos los mismos que cuando empezamos

Una vez más cedo este espacio a @Ricardo_AMASTE porque me la da la real gana y porque es mi amigo para que publique sus comentarios acerca de la jornada de ayer, organizada por el departamento de cultura del gobierno vasco en Vitoria con el tema “Empresas Culturales, Sectores Creativos y Generación de Empleo”. Añado algunos links a su texto para completar la información. Las presentaciones de los ponentes que no aparecen citadas en este texto las podeis encontrar en este link.

Como banda sonora, un par de referencias que repite a menudo Ricardo y a las que me sumo, firmadas por una banda de rock radical vasco de la margen izquierda conocida como Eskorbuto: “Somos ratas de Bizkaia” (y vivimos de las sobras de la industria cultural) y “Cuidado, cuidado, os avisamos: somos los mismos que cuando empezamos” (y mordemos la mano que nos da de comer).

ECONOMÍA DE LA CULTURA VS INDUSTRIAS CREATIVAS
EMPRENDEDOR VS EMPRESARIO
COOPERAR VS COMPETIR
AGENCIAMIENTO VS CRECIMIENTO-CONCENTRACIÓN
AMURRIO VS FLORIDA

Apuntes sobre la jornada Cultura&Empleo organizada por el Dpto. de Cultura del Gobierno Vasco el 14 de junio de 2010
Ricardo_AMASTÉ

Se que me repito, pero mi única baza es la perseverancia. Así que leña al mono. Aquí voy con unas impresiones de memoria. Sin más, un pequeño resumen de lo que me ha dado de si el día. Como siempre, con espíritu constructivo y sin querer ser univoco (o tal vez si… algún día me lo haré mirar).

En primer lugar agradecer el esfuerzo y la intención del Dpto. de Cultura del Gobierno Vasco y la implicación del lehendakari y lamentar las ausencias de Industria y Empleo (Patxi, si de verdad te crees el tema este y creo-espero que si, coge a l*s responsables de esas áreas y dales un buen tirón de orejas –como poco-).

En segundo lugar recordar que la cultura, más allá de cómo sector económico estratégico y yacimiento de empleo, es aquello que nos ayuda a transformarnos, a interrogarnos sobre nosotr*s mism*s a nivel individual y como sociedad (vamos, todo eso tan bonito de la declaración de la UNESCO). Pensemos en el PARA QUÉ. No nos olvidemos que la cultura, además de un instrumento para muchas cosas, sobre todo debe poder ser cultura, manteniendo su especificidad, su carácter experimental, de laboratorio… Porque a veces, parece que los árboles no nos dejan ver el bosque…

Y a partir de aquí una batería de cuestiones sobre lo que se ha hablado hoy:

Necesitamos nuevos modelos organizacionales -aunque esta no es una cuestión específica de la cultura-. Y los nuevos modelos que necesitamos, antes que competitivos (no queremos competir, deseamos COOPERAR) a nivel global (que manía con la internacionalización como posibilidad homogénea, casi coercitiva), deben ser sostenibles y basados más en lo reproductivo que en lo productivo.

Tampoco es específico a la cultura la creatividad. No conozco ningún ámbito social, económico, político, que actualmente no necesite de la creatividad para transformarse (y la necesidad de transformación es urgente, imprescindible). Por eso el concepto “industrias creativas” es de Perogrullo, porque si no lo son, van a desaparecer.

Por otra parte, no todas las personas que nos dedicamos a la cultura queremos ser industria, ni empresa (aunque obviamente seamos emprendedoras –tenemos iniciativa-). Como se decía por la tarde, tenemos un trastorno bipolar entre pertenecer a la patronal y pensar que pertenecemos al sindicato, cuando en realidad ya no nos valen ninguno de los dos modelos de relacionarse en torno al trabajo. Y eso no significa que no seamos conscientes, que como agentes culturales, formamos parte y somos agentes activos en una contexto económico (PIB, empleo, etc, etc). Pero el industrial es sólo uno de los sectores (secundario), con gran tradición en Euskadi, pero que no puede ser totalitario, impositivo (entre otras cosas es aconsejable diversificar, porque no está tan claro que a medio plazo vayamos a resultar competitivos en lo industrial, cuando menos en lo referido a la producción)… Lo industrial, al igual que lo empresarial condiciona miradas, comportamientos, roles, genera muchas inercias arcaizantes… Otro problema (o el mismo) es que no nos creemos demasiado lo del tercer sector y de lo del cuarto ya ni hablamos.

Much*s de nosotr*s tampoco queremos crecer y si crecemos, no queremos hacerlo empleando, como empleador*s tradicionales. No queremos crecer individualmente, ni por concentración, sino multiplicarnos exponencialmente mediante agenciamientos y redes. Y necesitamos que se nos ayude a investigar desde la teoría y la práctica en estas posibilidades de relación, para como decía al principio, definir nuevos modelos organizativos… Me parece significativo que siempre se recurra a nuestro pequeño tamaño como un problema en vez de cómo una característica-peculiaridad que pueda transformarse en fortaleza y oportunidad. Porque ¿tant*s que elegimos ser pequeñ*s estamos necesariamente equivocad*s?… A ver quien se está equivocando aquí.

Para ponerlo más difícil, algun*s tampoco creemos en la escasez del talento como estrategia en el mercado, ni en la búsqueda de rentabilidad a partir de la propiedad intelectual, porque entendemos la cultura como flujo de conocimiento compartido. Y aunque much*s de nosotr*s creemos en ello a nivel político, lo “interesante”, es que por muchas puertas que se quiera poner al campo, con un poco de “suerte” ese es el modelo que terminará imperando en el libre mercado. Por eso, estaría bien hacer una reflexión y una apuesta desde lo público, para no vernos arrastrados sin más por las circunstancias (en la indefinición arbitraria tienen todas las de ganar las aves de rapiña neoliberales que planean sobre nuestras cabezas)… El procomún está ahí y no es (sólo) una idea de gente loca y romántica.

Aterrizando sobre intervenciones concretas, mi apuesta tridente:
1. Atender al informe del que ha hablado Montse que sonaba muy creíble (tengo taaaantos prejuicios con los informes, que me encanta encontrar ejemplos para pensar lo contrario). Y relativizar las formulas mágicas descontextualizadas tipo Richard Florida (su atraer talento VS empoderar agentes locales).
2. Atender a Guillermo del Gabinete de Iniciativa Joven y sus inocentes-ingenuas propuestas… (cuando se habla de economía, de cosas serias, apelativos como inocente, ingenuo, romántico, toman un cierto cariz despectivo… y así nos va –aunque quizá esta sólo sea una perspectiva mía excesivamente suspicaz).
3. Atender a Ptqk (no sólo porque me acoja en su blog) y su hablar desde lo personal, porque lo personal es político y las políticas culturales son política. Y lo de la autoprecarización y la insostenibilidad del modelo personal-profesional, CUIDADO! [Ricardo se refiere a este texto y a este otro]

Quizá como contrapunto, me ha faltado una visión empresarial-industrial potente, innovadora, que realmente me sirviese para poner en cuestión-relativizar mis “certezas” (si, ya se que soy un pretenciosillo). Una visión no desde la tecnocracia, desde la gestión, la consultoría… Y es que quizá, los ejemplos reales de esas supuestamente deseables grandes industrias culturales-creativas, si es que existen y no son un mero espejismo, pueden contarse con los dedos de una mano, no dan de si para justificar un modelo de actuación creíble y/o no resultan algo que ir enseñando por ahí más allá de la mera cultura de consumo-espectáculo (si resulta que de lo que estamos hablando es de Rock in Río, yo prefiero bajarme en marcha que estoy muy ocupado… y no me vale lo de tender puentes y buscar puntos intermedios).

Luego, casi para terminar, una cosa que ME MOLESTA PROFUNDAMENTE. Que se nos acuse a los agentes culturales de nuestra dependencia de lo público, de que sólo aspiramos a la subvención, que no arriesgamos, que somos poco productivos… Me gustaría saber de qué han vivido y viven aquí muchos sectores “estratégicos”, cómo de sostenibles y productivos son los Centros Tecnológicos (por poner un ejemplo), cual es el índice de aplicabilidad en el mercado y rentabilidad directa de la inversión en I+D+i, soportada en un alto % directa y/o indirectamente por lo público. Me conformaría con que se me apliquen los mismos baremos en base a las mismas condiciones (de lo contrario son comparaciones poco justas y tendenciosas). Demandamos políticas segmentadas (lo que no significa segmentadas por subsectores) y acciones específicas que nos ayuden a mejorar en lo que queremos ser y no nos fuercen a ser lo que otros esperan que seamos. Desde la co-responsabilidad y con riesgos compartidos, de acuerdo pero cuidado no vayáis a estar pidiéndonos algo que luego no vayáis a poder ofrecernos (porque nosotros llevamos años arriesgando y pidiendo implicación más allá de la mera subvención). No me acuerdo como es la moraleja esa del cerdo y la gallina y los huevos y el bacon para el desayuno.

Y ahora ya si, el final. Es necesario cambiar los formatos de estos eventos. Hay que atreverse a romper las normas; hay que jugar más; hay que propiciar la interacción, el intercambio y la mezcla; hay que abandonar los hoteles y sus dispositivos rancios… Si me vais a poner la excusa de que esta era una primera vez y tal, pues bueno. Para la segunda ya no me vale. Porque hablamos mucho de creatividad, pero lo que hace falta es que se note, que se haga presente… PASEMOS A LA ACCIÓN!!!

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