No estoy ausente, estoy concentrando energías

Y de paso, actualizando mi web: www.mariaptqk.net. Un archivo de textos (para descargar), proyectos y colaboraciones. Aún faltan muchos, he empezado por lo más reciente, hay algunos de los que ni siquiera tengo rastros ya (estoy empezando a apreciar muy seriamente el valor del papel como formato de archivo: el que mejor resiste el paso del tiempo sin punto de comparación). Agradezco que me indiqueis links que no funcionan. No es solo un archivo personal, es también colectivo, pues conecta con la memoria de otras personas, otras aventuras, otros lenguajes y momentos que han sido lenguajes y momentos compartidos.

Vuelvo enseguida.

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El Método Maigret

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Bruno Crémer, el Maigret más cinematográfico (demasiado parecido a De Gaulle para mi gusto) ajustándose los chacras con el aperitivo.

Con la Ley Mordaza en la puerta, sé que no es el mejor momento para confesar mi pasión por un jefe de policía. También que quienes no le conozcáis (íntimamente, como le conozco yo) os parecerá un tipo cualquiera. Un super-ventas más o simplemente la versión francesa de Agatha Christie.

¿Por dónde empezar? Maigret es un policía taciturno y sin glamour que resuelve sobre todo crímenes de barrio. Come en casa con su mujer siempre que puede, coge la gripe en otoño y, según se va haciendo viejo, intenta beber menos porque se lo ha mandado el doctor. No pega tiros ni puñetazos, no se mete en persecuciones ni tiene carnet de conducir. En realidad, ni siquiera investiga. A veces toma huellas o manda pruebas de balística pero es por hacer algo. Su manera de proceder no es científica, no se basa en el análisis objetivo del caso, sino en su comprensión profunda. Es un místico. Un místico a su pesar. Un místico camuflado en la vida de un señor.

Su método (el famoso método Maigret que estudian policías de todo el mundo y críticos literarios) consiste en integrarse en el entorno del crimen (una calle, una familia, un grupo de amigos) y comprenderlo. Pero comprenderlo, no con el raciocinio, sino con todo su ser. No es tanto intuición (aunque la tiene fina y la usa mucho) como una especie de fundirse-con-lo-que-le-rodea y verlo con la evidencia con la que se ven las cosas cuando te transformas en ellas. Sé que suena raro pero es así: Maigret procede por ósmosis.

Dice la wikipedia: “La ósmosis es un fenómeno físico relacionado con el movimiento de un solvente a través de una membrana semipermeable. Tal comportamiento supone una difusión simple a través de la membrana, sin gasto de energía. La ósmosis del agua es un fenómeno biológico importante para el metabolismo celular de los seres vivos.”

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¿Cómo lo hace exactamente? Primero, no tiene prisa. Aunque resuelve los casos en pocos días y a veces se agobia si esa comprensión profunda (ese estado de disolución) tarda en manifestarse, nunca se precipita. Segundo, a pesar de ser parco en palabras, dedica toda su energía a la conversación. Desde el primer sospechoso hasta el último de los vecinos, interroga, observa, escucha. Todas las personas que participan del micro-mundo en el que se quiere fundir son de su interés. Ese mundo, que unas horas antes era ajeno, pasa a ser su mundo. Tercero, según explica él mismo, nunca cree nada hasta que sabe. Durante el curso de la encuesta evita los prejuicios, esforzándose por mantener la mente, como él dice, disponible. Abierta a esa experiencia de lenta permeabilización.

Como todos los místicos, Maigret practica la repetición de gestos como ejercicio de concentración (los demás llamamos a eso rutina). Por eso sus días son siempre iguales y por eso la estructura de las historias también. Mirar qué tiempo hace. Llenar la pipa. Coger el autobús. Mirar el Sena por la ventana. Llamar a Mme Maigret si no va a comer. Tomar el aperitivo. Almorzar, si puede, en el barrio donde se desarrolla la encuesta. Hablar con la dueña del bar, con los camareros. Seguir recorriendo las calles, los cafés, las tiendas. Volver al despacho. Ordenar la colección de pipas. Tomar unas cervezas en el bar de abajo. Volver a casa. Cenar con Mme Maigret y mirar la tele. En una historia de Maigret, siempre sabes qué hora es. También sabes siempre qué tiempo hace. Si sopla el viento, si huele a mojado, si están empezando a acortarse los días, si refresca la tarde tras un día de mucho calor. En ese proceso de disolución con el entorno y metabolización, como en todos los procesos orgánicos, la climatología es fundamental: acelera, mitiga, ralentiza, acompaña. También sabes siempre qué bebequé come y qué cena.

Maigret desprende una sensación narcótica que actúa al margen de la trama, como una vibración. Por debajo o por encima pero en todo caso fuera del umbral de la conciencia, como los ultrasonidos que los humanos no oimos pero nos pueden hacer enloquecer. A ese nivel funciona el método de Maigret como comisario y a ese nivel funciona también la comunicación que establece contigo. A un nivel subconsciente o subcutáneo.

Y luego está todo lo demás. El despliegue de personajes (que pasan a formar parte de los recuerdos de tu vida, como en las mejores historias), los diálogos finísimos (hay interrogatorios que son piezas de arte), sus visitas a la intimidad (no pega tiros pero entra hasta la cocina), su retrato cambiante de París desde los años treinta hasta los sesenta (que hace de la serie una buena guía alternativa de la rive droite, la de la gente corriente) y cómo no, Mme Maigret, mujer-soldado-profesional (personaje fallido y sin embargo memorable).

calendrier-travail-simenonCalendario de trabajo de Simenon de la muestra “Georges Simenon, parcours d’un écrivain belge” en el Museo de las Letras y los Manuscritos de Bruselas, 2011-2012.

La mala noticia es que Maigret tiene autor. Un tal Simenon, genio y cretino a partes iguales. Nacido en Bélgica, periodista, antisemita (fue uno de los autores más mimados del régimen de Vichy), misógino y bebedor. Dicen que su método de trabajo era el mismo que el del comisario. Se encerraba con la máquina de escribir, tabaco y una botella y entraba en un estado paralelo de conciencia del que emergía unos días después con la novela en la mano. Como si se volviera loco. Después, se publicaba por entregas en semanarios de kiosko. Luego, en libros sueltos, colecciones, tapas duras, formatos de bolsillo. En total, 75 novelas y 28 relatos, 550 millones de libros vendidos, 13 películas (más una en rodaje ahora, dirigida por Mathieu Amalric), 7 series de televisión (varias francesas, una inglesa, una alemana, una italiana, una japonesa de 25 episodios), cómics, obras de teatro, sitios webs, exposiciones y todo tipo de antologías. Y no, no es literatura policiaca.

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El museo como naturaleza tropical

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La Nuit Blanche Paris 2013 ha publicado unos fragmentos de una entrevista al poeta francés Édouard Glissant por el crítico y comisario de arte Hans Ulrich Obrist. Obrist lleva años recogiendo conversaciones con figuras relevantes del mundo del arte bajo el título The Conversations Series. Con excepción de estos fragmentos, la entrevista a Glissant es inédita.

Édouard Glissant nació en Martinica en 1928 y murió hace dos años en Paris. La isla de Martinica, en el Caribe, es uno de los denominados Departamentos de Ultramar de la república francesa. Se trata de un tipo muy particular de ex-colonias que después de la segunda guerra adquirieron formalmente el mismo estatus que las demás regiones metropolitanas (en teoría son Francia, en la práctica son otra cosa). He seleccionado y traducido las partes en las que Glissant habla del Museo Martiniqués de las Artes de las Américas, al que consagró sus últimos años de vida y cuya puesta en marcha ha sido finalmente desestimada.

Esta publicación coincide con la apertura de la exposición “Modernidades plurales. De 1905 a 1970” en el Centro Pompidou. No se trata de una exposición cualquiera. Es la re-organización de la colección permanente del museo de un modo que, en palabras de su director, ofrezca “lecturas del arte que no se reduzcan a la historia canónica de la modernidad occidental”.

Utopia de la ciudad y el museo. El espacio y el tiempo (fragmentos)
Édouard Glissant, Hans Ulrich Obrist

(…) Creo que los museos mejorarían si consiguieran ser menos solemnes interiormente, con menos espacios interiores, imponentes y monumentales, y más caminos entrecruzados, más recorridos.

(…) Habrían de ser las obras las que creen los museos y no al revés. En mi visita al museo de Bilbao, por ejemplo, me sentí perdido: las salas son extraordinarias, son ellas mismas obras de arte, pero en su interior los cuadros quedan como moscas flotando en leche. No se ven, solo se aprecia la estructura, que es magnífica.

(…) Para mí, un museo es un espacio en el que unos lugares del mundo son puestos en contacto con otros lugares del mundo. El Museo Martiniqués de las Artes de las Américas está concebido de esa manera. Queremos conseguir, dentro del museo, una naturaleza tropical, es decir, entremezclada pero en la que, a pesar de todo, cada obra encuentre su espacio de vida.

(…) Hemos partido de la idea de las artes de América latina. Para ser sincero, he de decir que siempre he querido realizar una enciclopedia histórica y comparada de las artes de las Américas. Esa es la idea fundamental del museo, que las colecciones sean transformadas por ese proyecto, por algo que no existe aún. No existe, no ya una síntesis, sino simplemente un trabajo de coordinacion sobre lo ocurrido en las Américas en materia de arte. Por ejemplo ¿qué arte había en 1850 en ciudades como Nueva Orleans, Saint-Pierre de la Martinique o Montevideo? No queremos fabricar una máquina bien aceitada con la que explicarlo todo, sino abrir perspectivas. Tanto la perspectiva del Gran Cañón como la de la un pequeño arrozal, la perspectiva de los grandes cauces como la de una pequeña fuente.

(…) Nuestro tiempo, no es que lo hayamos perdido, es que nunca lo hemos tenido. Si tomamos todas las Américas, y no solo Estados Unidos y Canadá, si tomamos en particular ugares con una importante población de origen africano como Brasil o el Caribe, o las poblaciones amerindias de los Estados Unidos, vemos que el efecto de la colonización a sido borrar de la memoria de estos pueblos el recuerdo de sus respectivos tiempos históricos. Y para luchar contra ello, hemos debido “saltar de roca, en un tiempo incierto”. Por eso no tenemos una visión linear del tiempo, de un tiempo que transcurre. Por eso nunca hubiéramos podido escribir algo como “En busca del tiempo perdido” de Proust, esa enorme arquitectura, bien construida, bien piramidal.

(…) En consecuencia, debemos reconstruirlo de manera caótica, saltando de aquí para allá. Cuando se nos dice “600 A.C o 1000 D.C.”, eso no significa nada desde la perspectiva del espacio-tiempo americanos. De ahí esa concepción caótica de reconquista de un tiempo posible. Si queremos hacer esa enciclopedia histórica y comparada de las artes de las Américas, es justamente porque el tiempo no es el mismo en una pequeña isla del Caribe que en Tierra de Fuego, el norte de Canadá o el este de Santiago de Chile. No queremos realizar equivalencias, pero sí puestas en relación de todas esas temporalidades diferentes para tratar de comprender lo que palpita y bulle en el universo americano.

(…) Imagino el museo como un archipiélago. Un espacio difuminado. ¿Por qué? Porque en las culturas europeas, el museo recapitula lo que ha existido como manifestación evidente de las artes, la vida, etc. El museo recapitula. Pero para nosotros, en las Américas, el museo no recapitula; el museo busca, que no es lo mismo. Aún no sabemos qué vamos a encontrar. No es la recapitulación de algo que ha existido de manera evidente. Es la búsqueda de algo que no conocemos aún.

Imágenes. Catálogo de la exposición “Modernités plurielles. 1905 a 1970”, dirigido por Catherine Grenier, ed. Centre Pompidou (2013). Édouard Glissant fotografiado por Olivier Roller (2008).
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La cháchara

maider zilbeti_0Hace un año empecé a escribir un texto que se acaba de publicar. Se llama “La cháchara” o “La cháchara y la cátedra. Prácticas de conocimiento feminista” y forma parte de “Arte ekoizpen feministak – Producciones de arte feminista”, un libro colectivo editado por Maider Zilbeti y publicado por consonni (más info al final de este post).

Además de la publicación en papel, el texto fue objeto de una presentación pública en unas jornadas sobre arte feminista organizadas también por Zilbeti en Arteleku (Donostia), el pasado mes de julio.

No sé si por suerte o no, no lo tengo claro aún, en el vídeo de mi intervención no sale el debate. Digamos que fue complicado. Creo que nunca, en ninguna de las charlas o mesas redondas en las que he participado, he tenido que lidiar con un debate tan duro (por la severidad de las críticas), tan amplio (por la diversidad de posiciones a veces contradictorias y solapadas: interseccionalidad en acción) y a la vez tan apasionante, en lo intelectual pero sobre sobre todo en lo humano, o lo psicológico, o lo inter-personal. Hubo discusiones obvias, hubo críticas generosas, hubo desacuerdos y punto; esas fueron las fáciles. Pero hubo también algo sumergido, inexpresado, conectado tal vez con la red de relaciones dentro del público (relaciones, proyecciones, expectativas, alianzas, desconfianzas, malentendidos, aprensiones). Le non-dit, que dicen. Aún sigo dándole vueltas, aún sabiendo que seguramente no acabaré nunca de entender bien qué pasó. Polémica feminista, la amamos como es.

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Vistas desde la Académie Buissonière en una mañana de cielo claro (la foto es de ChusAzGi).

Es verdad que la propuesta de La Cháchara es confusa, para mí también. Y además doblemente, porque no es igual el texto que la presentación. Es un ensayo-collage, un palimpsesto. Se llama palimpsesto (del griego antiguo “παλίμψηστον”, que significa “grabado nuevamente”) al manuscrito que todavía conserva huellas de otra escritura anterior en la misma superficie, pero borrada expresamente para dar lugar a la que ahora existe dice la sabionda Wikipedia. Todo texto lo es, pero no siempre lo muestra. No escribimos, re-escribimos.

Mi intención con este [texto-instrumento] es empezar a ordenar una serie de elementos que me ayudan a reflexionar sobre la cuestión del conocimiento (tela marinera) desde una perspectiva que creo feminista (pensada desde lugares que no son necesariamente reconocidos como feministas pero participan, en mi opinión, de similares cuestionamientos). Tiene un papel relevante Michel de Certeau, cuya lectura me ha acompañado todo este año.

No tengo muy claro dónde me meto ni a dónde quiero llegar, pero no me importa. Para eso ya hay otros lugares, otros lenguajes (y tenemos muchas buenas razones para desconfiar de esos lugares y esos lenguajes). Me importa mucho más reivindicar la escritura como un espacio de búsqueda. Como un espacio de erranza, en el doble sentido de andar sin rumbo y de equivocarse. Y más aún desde una posición feminista. Y más aún para nosotras: nosotras, que nunca hemos sido autoras.

Michel_de_certeauEl nombre de esta búsqueda en mi cabeza, el nombre del archivo en mi disco duro, es otro. Es la academia buissonière. En francés, faire l´école buissonière significa hacer pira, hacer campana, saltarse las clases. Pero literalmente significa hacer la escuela de los matorrales. No es que no vayamos a la escuela, es que vamos a otras escuelas.

En los matorrales se aprenden un montón de cosas. Normalmente están protegidos pero están afuera y se ve el cielo y suele haber más gente, gente escapada de otras escuelas. Podemos llamarlos espacios de aprendizaje informal, pero creo que academia matorralera le hace más justicia, por lo canalla, por lo revuelto, por lo insolente. Puro cruising.

Certeau usa ese adjetivo –buissonières– para referirse a las artes de hacer, el objeto de su larga investigación colectiva que culminó en los dos tomos de “La invención de lo cotidiano”. Las artes de hacer, dice, son prácticas buissonières porque son “prácticas resistentes, clandestinas, informales y continuadas de producción y consumo de cultura y saber, en los márgenes de la cultura dominante”. Pero son más.

“Una teoría de las artes de hacer”, dice Certeau, es “una teoría de las maneras populares – impensadas pero practicadas – de burlar los sistemas impuestos, colarse entre sus fallas, maniobrar y conspirar”. Somos nosotras, amigas. “Las artes de hacer”, continúa su colaboradora y editora Luce Giard, son en definitiva “los caminos por los cuáles un grupo social llega a sacar provecho de las condiciones impuestas para inventar su libertad”.

Nos vemos en los matorrales.
Muchas gracias a mis compañeras de LMC, maestras matorraleras.

“Arte ekoizpen feministak – Producciones de arte feminista”.
Editado por Maider Zilbeti.
Con textos de Maider Zilbeti, Saioa Olmo, María Mur Dean, Ainhoa Güemes Moreno y Enkarni Gómez Genua, Maria Ptqk, Itziar Okariz, Kontxa Elorza, Bulegoa Z/B (Beatriz Cavia y Leire Vergara), Erreakzioa-Reacción (Azucena Vieites-Estíbaliz Sádaba) y María José Belbel.
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La Bretécher

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Por su serie “Los frustrados”, publicada entre 1975 y 1980, Roland Barthes dijo de ella que era “el mejor sociólogo francés”. Esta es ella fotografiada en su estudio, más o menos en aquella época.

Historietista, editora, co-fundadora de la mítica revista de comics L´Echo des savanes, colaboradora de Goscinny (el creador de Asterix, el pequeño Nicolas y el injustamente olvidado vizir Iznogud), Claire Bretécher es un fenómeno de masas, más o menos desde los setenta hasta hoy. Su nombre es historia del humor gráfico.

Después de los emblemáticos “Los frustrados” (snobs de la izquierda exquisita, cultos, aburridos, enfermos de spleen, muy contemporáneos), su personaje más popular, que ha hecho morir de risa a un par de generaciones, es la odiosa y fabulosa Agrippine (aquí a la izquierda; y abajo en formato página), una joven moderna del siglo XXI que vive con su hermano rarito y sus simpáticos padres en un bonito apartamento burgués (atención a sus estilismos). Con Agrippine, que por razones generacionales obvias es mi favorita, la Bretécher demuestra que sigue captando el patetismo de su tiempo igual de bien que hace treinta años.

Este es un fragmento de “Agripina está confusa” de 2009 (editada en español por Norma editorial). Pincha en la imagen para verla en grande. (y recuerda: en las bibliotecas públicas también hay cómics).

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Piensa en el entorno, no leas este post

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El futuro está de regreso.
Tras la era cibernética,
llega la hora ciber-étnica,
mundial y futurista.
Bienvenidas a la tierra.

“Al parecer, vamos por buen camino. Nuestros coches son cada vez más sostenibles, nuestras casas están mejor aisladas, nuestros frigoríficos y lavadoras consumen menos energía, algunas compañías incluso organizan videoconferencias para que sus equipos directivos no tengan que desplazarse a la otra punta del globo solo por una reunión. De Wall Street a Ginebra, de Londres a Singapur, el green washing – ese marketing verde – se ha convertido en la nueva doctrina económica. Pero la verdad es bien distinta. Cada día que pasa aumenta la contaminación, el consumo de energía, la deforestación. El año pasado, las emisiones de CO2 subieron aún un 5%. Y uno de los factores que explican este sobre-consumo frenético es más bien inesperado: se trata de las nuevas tecnologías.”

“Las tecnologías informáticas emiten tantos gases invernadero como el conjunto del transporte aéreo mundial. Las pantallas de nuestros ordenadores, teléfonos móviles y tabletas, los servicios de e-mails, la navegación por páginas webs, todos esos servicios tan, digamos, clean y gratuitos contribuyen al desequilibrio climático en la misma medida que todos los aviones del mundo. Este es el verdadero precio de lo digital.”

“Nuestras pantallas son cada día más numerosas y más grandes; por tanto más voraces. El consumo energético de una pantalla aumenta en la misma proporción que el tamaño de su diagonal, al cuadrado. Hoy un ordenador consume tanto como un refrigerador. Si estás convencido de que enviar un email es gratis en términos medioambientales, desengáñate. Detrás de cada clic hay un fuera-de-campo de alto consumo energético. Cada vez que acudimos a Internet para buscar una información, reservar un billete de tren o pasar un rato en Facebook, hay antenas que se conectan, fibras que se calientan, miles de servidores que se agitan e innumerables procesadores que devoran energía.”

“Estos servidores están agrupados en hangares, los data centers* o edificios digitales, verdaderos abismos de consumo eléctrico que deben ser enfriados constantemente. Una simple búsqueda en Google consume tanto como una bombilla de bajo consumo en una hora. En Francia, las granjas informáticas consumen el 7% de la producción de electricidad nuclear nacional. El nuevo data center ultra-moderno de Carolina del Norte consume tanta energía como una ciudad de 300.000 habitantes. Entonces, ¿vamos realmente por buen camino?”

La Planète Bleue nº750, 27 de octubre de 2012.
La Planète Bleue es un podcast semanal sobre retrofuturismo, ecología y nuevas músicas, dirigido y presentado por Yves Blanc desde 1995. Se emite una vez a la semana en la radio-televisión suiza. La selección musical es excelente. Escuchar y descargar podcasts aquí. La imagen de cabecera es de Marvano.
Mira *los data centers de Google qué mal rollo dan.
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“Porque soy una poeta negra que hace su trabajo, vengo aquí a preguntarte: ¿Estás tú haciendo el tuyo?”

La hermana outsider Audre Lorde
Léelo entero en Pikara Magazine

Suya es la cita tal vez más repetida de la historia del activismo: “las herramientas del amo nunca destruirán la casa del amo”. Pero también otras, más incómodas, que cuestionan los cimientos de un feminismo construído sobre los restos de una supremacía racial de la que aún no nos hemos acabado de desprender.

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Audre Lorde, Meridel Lesueur y Adrienne Rich en 1980 en Austian, Texas (foto: K. Kendall).

La figura de Audre Lorde ocupa, por varias razones, un lugar central en el feminismo contemporáneo. Primero porque es, junto con Angela Davis y bell hooks, una de las voces fundamentales del feminismo afroamericano, precursora, desde los márgenes de la academia, desde la legitimidad que le da su propia historia, de la llamada crítica decolonial. Segundo porque, pese a estar firmemente arraigada en los acontecimientos que convulsionaron la sociedad norteamericana en las décadas de los sesenta y setenta (el movimiento de los derechos civiles, las revueltas raciales, la aparición de los Black Panthers, de Malcom X y Martin Luther King, la emergencia de la contracultura y el despertar de la segunda ola feminista), la suya es una voz imperecedera. Una voz que va al centro del conflicto, para nombrarlo.

“Como mujeres, algunos de nuestros problemas son comunes, otros no. Vosotras, las blancas, temeis que al crecer vuestros hijos varones se sumen al patriarcado y testifiquen contra vosotras. Nosotras, en cambio, tememos que a los nuestros los saquen de un coche y les disparen a bocajarro en plena calle, mientras vosotras dais la espalda a las razones por las que están muriendo.”

Ante todo poeta pero también ensayista, profesora de literatura y conferenciante, Lorde es autora de una docena de libros. Creció en Harlem en la década de los treinta, trabajó de bibliotecaria, fue madre de dos hijos, se divorció, empezó a escribir. “Tenía que encontrar una forma de expresar mis sentimientos. Solía memorizar mis poemas. Los decía en voz alta, no los escribía.” Se enamoró de la mujer que sería su pareja para el resto de la vida en una residencia para escritores en Mississipi, a la que llegó aterrorizada y de la que regresó convertida en autora. Murió en 1992 tras una década de lucha contra el cáncer, dejando tras de sí una obra profunda y cercana, de alcance multiplicador.

Sigue leyendo La hermana outsider Audre Lorde.

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Decolonización del saber. Otra cosa que la izquierda.

Me estoy aficionando a copiar fragmentos de los libros que leo en el blog. Lo hago ante todo para ordenar mis investigaciones pero ahora también como una forma de protestar contra el desmantelamiento del sistema educativo. Hoy más que nunca, el conocimiento ha ser libre. Ministro Wert, eat my pussy.

america
“La idea de América Latina.
La herida colonial y la opción decolonial”
Walter D. Mignolo, 2005

Leer online aquí.
Atención Investigators.
Las citas son literales, pero están remezcladas con amplia libertad.

Antes de 1492, América no figuraba en ningún mapa. El territorio existía y los pobladores también, pero ellos daban su propio nombre al lugar donde vivían: Tawantinsuyu a la región andina, Anáhuac a lo que hoy es el Valle de México y Abya-Yala a la región que hoy ocupa Panamá. Una vez que el continente recibió el nombre de América en el siglo XVI y que América Latina fue denominada así en el siglo XIX, fue como si esos nombres siempre hubiesen existido.

[…] Los relatos que hablan de “descubrimiento” no pertenecían a los habitantes de Anáhuac ni de Tawantinsuyu, sino a los europeos. Debieron transcurrir 450 años para que lo que Europa consideraba como un “descubrimiento” empezara a verse como una “invención”. “Descubrimiento” e “invención” no son dos interpretaciones distintas de un mismo acontecimiento: son dos paradigmas distintos. La línea que los separa es la geopolítica del conocimiento.

[…] Desde la perspectiva europea, la modernidad es el periodo histórico que se remonta al Renacimiento (para los académicos del sur de Europa) o a la Ilustración (para los anglosajones). Para ellos, la modernidad supone una fuerza histórica inevitable, con derecho a suprimir todo lo que no se ajusta a un modelo de historia del mundo considerado como “proceso histórico esencial”. Desde la perspectiva del otro lado, el progreso es inseparable de la violencia y la modernidad es inseparable de la colonialidad.

[…] A partir del siglo XVI, América proporcionó la fuerza impulsora que transformó el capital en capitalismo. Cuando el funcionamiento de la matriz colonial sale a la superficie, se justifica por medio de la retórica de la modernidad, asegurando que la situación puede “corregirse” con “desarrollo”, “democracia”, “tecnología” o “economía”. Desde el siglo XVI, la retórica de la modernidad se ha nutrido del lenguaje de la salvación.

[…] La apropiación de la tierra y la explotación de la mano de obra requirieron de la construcción ideológica del racismo. Pero la categorización racial, que sobrevive hasta nuestros días, no se aplica solamente a las personas, también a los conocimientos. Para que una historia sea vista como primordial, debe existir un sistema clasificatorio.

[…] Antes que un sector geográfico en el mapa, Occidente es el lugar de la hegemonía epistémica. El centro de la organización política y económica, el modelo de la vida social, el ejemplo del progreso de la humanidad y, sobre todo, el lugar desde el que se observa y clasifica al resto del mundo. No es solo un lugar geográfico, sino un juicio de valor.

[…] La geopolítica del conocimiento es la perspectiva necesaria para que se desvanezca el supuesto eurocéntrico de que el conocimiento válido y legítimo se mide de acuerdo con parámetros occidentales. De la misma manera que la geopolítica de la economía sirve para comprender la distribución desigual de riqueza en el mundo, la geopolítica de la epistemología explica la distribución desigual de (la idea de) conocimiento.

[…] Podría decirse que los pensadores griegos “descubrieron” la filosofía. Pero también que solo dieron nombre a una actividad común a todos los seres humanos. ¿Acaso porque los pensadores griegos llamaron filosofía a lo que ellos hacían, todas las personas que se dedican a pensar tienen que pedir permiso a los textos griegos, o a sus guardianes occidentales en Alemania, Francia o Inglaterra?

[…] Desde los límites lingüisticos, epistémicos y subjetivos, se generan nuevas formas de pensamiento. Se trata de la inauguración de una epistemología fronteriza basada en la diferencia colonial, que nos traslada del paradigma de lo novedoso (el “nuevo mundo” de los europeos) al paradigma de la coexistencia (“un mundo en el que caben otros mundos” de los zapatistas). Las epistemologías del Sur no van en el sentido de la resistencia, sino de la desvinculación conceptual, que opera una doble decolonización: la decolonización del conocimiento y la decolonización del ser.

[…] El proyecto de la izquierda blanca y el proyecto decolonial provienen de memorias, cosmologías, sentires, afectos, odios y amores distintos. La izquierda blancoide y eurocentrada tiene una oportunidad para redimirse y reconocer que el liderazgo de la `revolución´ no está ya en sus únicas manos, sino en la de varios y varias. La opción decolonial es, tomando una expresión de Emanuel Levinas, otra cosa que la izquierda.

[…] Y la chicana Gloria Anzáldua agrega: “En unas pocas centurias, el futuro será de las mestizas. Mediante la creación de una mitología nueva -es decir, del cambio en la manera de percibir la realidad, de vernos a nosotras mismas y de conducirnos- las mestizas crearemos una nueva conciencia”.

Mignolo referencia:
Amawtay Wasi. Universidad Intercultural de las Naciones y Pueblos Indígenas [PDF]
Asociación Caribeña de Filosofía / Caribbean Philosophical Association
Gloria Anzáldua, “Borderlands – La Frontera: The New Mestiza”, Aunt Lute Books, 1999
Frantz Fanon, Peau noire, masques blancs, 1952.
Aimé Césaire, Discours sur le colonialisme, Paris, 1955.
Walter Mignolo, “Coloniality: The Darker Side of Modernity” [PDF]
Ramón Grosfoguel, “A Decolonial Approach to Political-Economy: Transmodernity, Border Thinking and Global Coloniality”, Bogotá, 2007. [PDF]
[vídeo] Ramón Grosfoguel: La crisis terminal de la modernidad/colonialidad y del pensamiento eurocéntrico: la búsqueda de alternativas sostenibles al sistema-mundo actual.
Sylvia Wynter, “The Re-Enchantment of Humanism: An Interview with Sylvia Wynter”, Small Axe, 8 (September 2000). Este lo estoy buscando mucho, si alguien lo tiene que me lo pase por favor.
Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel (Eds.), “El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global” [PDF]
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¿Cuántas horas has trabajado para Facebook hoy?

markSi tienes cuenta en Facebook, la pregunta no es si trabajas o no para ellos, sino cuántas horas metes, cuánto produces, qué parte del pastel te correspondería si las ganancias de Facebook se socializan entre sus usuarios, cuánto debería pagarte Zuckerberg si en lugar de usuario te llamara lo que de verdad eres: un trabajador.

Como usuario, tu valor oscila entre los $3 y los $130. Depende de tu volumen de contactos, del volumen de contactos de tus contactos, de tu volumen de actividad, del volumen de respuestas que provoca tu actividad, etc.

El valor de Facebook, que sube y baja en bolsa, eres tú.

“Sinfonía del Valor Social Añadido”
Stevphen Shukaitis.

Esta es una selección de fragmentos.
El texto fue publicado en inglés en Researching BWPWAP (Back When Pluto Was A Planet), editado por Aarhus Universitet y Transmediale 2013.
La traducción es mía.
Original en inglés aquí.

[…] El 7 de noviembre de 1922, Arseny Avraamov, subido en lo alto de un edificio de Baku con una bandera en cada mano, dirigió una de las obras de arte más ambiciosas que se pueda imaginar. La “Sinfonía de las sirenas”, encargada a Avraamov para conmemorar el quinto aniversario de la revolución rusa, excedía la forma y el alcance de cualquier otra sinfonía. Sus intérpretes eran coros compuestos por miles de personas, una flotilla, 25 locomotoras, la artillería de un batallón militar y todas las sirenas de las fábricas de la ciudad. La intención de Avraamov era conmemorar la liberación de la ciudad, convirtiendo la ciudad entera en un instrumento. No quería crear el espectáculo de la liberación, sino movilizar a todos los habitantes de la ciudad mediante el uso de los instrumentos y capacidades a su alcance.

[…] En una escala mucho menos épica, en agosto de 2010, el net.artista Heath Bunting lanzó “The Heath Bunting Collection”, a través de la cual emitía bonos futuribles de entre 10€ y 150 € avalados por la propia colección. Bunting conservaba en todo momento el 49% de la pieza, convertida así en una reserva de capital. De acuerdo con Bunting, si el valor del arte es relacional (definido por la relación entre el artista y su público), en cierto sentido la obra es irrelevante. Lo que cuenta es el vínculo social, la relación que es la base para el intercambio.

[…] “Todo el mundo es un artista”, proclamaba Joseph Beuys, haciéndose eco del deseo de las vanguardias de abolir la separación entre el arte y la vida. Beuys defendía la producción de una multitud de formas de creatividad en distintos campos de la vida social. ¿Pero qué hacemos con esa idea en la era del semio-capitalismo, en la que el sueño de “todo el mundo es un artista” se ha hecho realidad de un modo perverso, en la forma de “todo el mundo es un trabajador” todo el tiempo? ¿En una era en la que la relacionalidad “esculpida” en los circuitos de la omnipresente cultura de redes se transforma en proveedora de oportunidades para la creación de capital, en una dinámica de YourWork, MyProfit (TuTrabajo, MiBeneficio)?

[…] Esto nos lleva hacia lo que Diedrich Diederichsen ha teorizado como el Valor Añadido Artístico. El VAA señala el modo en que las prácticas artísticas, como la “Sinfonía de las sirenas” de Avraamov, dan forma a prácticas sociales que prefiguran ciertas transformaciones contemporáneas en la producción y circulación de valor. El valor del trabajo artístico y cultural se basa cada vez más en la forma de organizar y explotar lo que se produce a través de las relaciones.

[…] En la factoría metropolitana, la gestión es un concepto redundante, puesto que es inmanente a la organización necesaria para llevar a cabo el trabajo. La gestión se convierte en poco más que el rol, no de producir algo, sino de cosechar y extraer valor de lo que ya está circulando. Se llega así a un arte de la gestión que bebe más del teatro y la dramaturgia que de nociones tradicionales de “ciencias de gestión y administración”. Esta forma de gestión performática se basa en la habilidad para modular, intensificar y alterar la circulación de trabajo y creatividad que se dan en las cuencas productivas de la metrópolis.

[…] La gestión del trabajo, entonces, no es la organización real del trabajo en sí, sino la capacidad de trasladar los costes del trabajo a entidades auto-organizadas, y extraer el valor que producen.

[…] La “Sinfonía de las sirenas”, es algo más que un ejemplo histórico. Todavía existe un potencial profundamente irrealizado en ese modelo de socialidad y producción de valor. La “Sinfonía de las sirenas” demuestra lo que se puede llegar a hacer cuando la colaboración se pone en el centro de la vida, y no en la esfera del interés privado y el esparcimiento. Pero la pregunta es cómo organizar y sostener el exceso de socialidad generado por esas formas emergentes, que pueden ser en un vehículo para re-inventar la sociedad, o ser cultivadas para incentivar la reputación y el valor artístico o personal, o transformadas en un nuevo mercado para la acumulación […].

Más sobre este tema:
Diedrich Diederichsen, On (Surplus) Value in Art, Stenberg Press, 2008.
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